Existo, yo. Existo, no. Existo yo, yo existo. Existo o no existo. No.
Ya he dado más de mil vueltas aquí. Cien. Más. Diez. Más. Muchas Más.
He volado alto. Mucho. Tanto. Y luego, luego he corrido, he ido despacio. Me canso. Salto, caigo, me levanto. Ahora me siento, no aguanto otro golpe. Ya estoy sentada. Mejor me tumbo, pero en el suelo. De ahí no bajo. Ya estoy en el suelo, ya siento, ya empiezan, ya van viniéndome palabras. Pero este calor me las quita, las arranca, las quema. Se van. Y otra eterna espera... ¿por qué no vienen? Quizá no vengan. No vendrán.
Empiezo por ser y acabo no siendo. Y del ser al no ser recorro mi ser entero, para irlo perdiendo. Ya dan las tres. Observo que existo... ¡Pero ojalá no existiera! Tal vez existo, existo tan solo si pienso que siento. ¿Siento? Si sintiese lo que estoy sintiendo de verdad, hubiese ya muerto. ¡Porque es tan fuerte! Y duele. ¿Duele de verdad un sentimiento? Siento que sí lo hace, pero aquí dentro. Y de dentro sale a fuera, justo al pecho. ¿Y qué? ¿Qué es esto que aquí yo tengo? Amor ya no es. Del bueno al menos no, ya no lo es. Es veneno. Veneno que anula la razón mía. Y ahora solo siento, o acaso pienso que siento un sentimiento que me puede, que me arranca. Y está siempre en mí el pensamiento de sentir. Y no se va, no se va ni aunque lo pida. Ni siquiera un par de horas de dormir. Mi cuerpo ya no sigue. Solo una mano, solo la mano osada que escribe, solo ella aguanta, sino, sino no existo. Yo escribo. Existo, escribo. Escribo, existo. ¿Puedo escribir y no existir? Yo soy escribo. Entonces sí.
Existir es ser y no existir, no serlo. Pero yo no puedo. Yo quiero no existir siendo. No existiendo ya no pienso y no pensando ya no siento. Ésto, esto quiero. No sentir. No pensar que siento. No existir que pienso. No existir. Pero yo quiero ser. Quiero seguir siendo. ¿Puedo separar ser y existir? ¿Puedo seguir siendo si no existo? Al fín, yo lo que quiero es ser sin sentir. Para que se vaya este veneno. ¿Es veneno lo que tengo? ¿Es odio? Amor, no. Amor, no, no del bueno. ¿Qué hay aquí entre mí? Lo que sea, no lo quiero. Quiero ser sin sentir, ser en sí. Ser escribir. Ser por sí, sin más, sin nadie.
Me incorporo y me siento. Espanto el sueño. Ahora no quiero dormir. ¿Qué quiero? ¿Qué quiero? Lo que he querido siempre. Escribo, escribo, escribo. Quiero ser toda yo palabras que se borren y vuelvan a escribir, pero que queden siempre. Que toquen almas.
Alma, el alma mía no la siento. Solo un hueco aquí, donde el veneno. Quizá vuelva, quizá, cuando sepa ser sin existir. Pero si no existo, aun siendo, ¿me ven? ¿yo veo? Si no siento yo, aun siendo, ¿me sienten? No, porque no siento. No tienen qué sentir en mí. Soy hielo. Aún no. Aún sé que existo. Aún me duele el pecho. Ojalá dejase de pensarlo. No puedo. Sigue aquí.
Busco otra idea. Solo otra idea. El calor me las abrasa, y se van. Yo quiero ideas, para oírlas, para no oírme. Silencio. Me siento.
Yo creo que en verdad ha de volver mi alma, aunque siga existiendo. No perturbarla, no mancharla con veneno, el que hay aquí entre mí, en mi cuerpo, y elevarla, elevar el alma y volverla ajena, volverla inmune, sin que olvide que es, sin que olvide mi nombre. Y al elevarla así, tan alto, tanto, que deje de sentir. Y aún sin sentir, seguirá siendo, porque el alma siempre es, aunque no lo sea el cuerpo.
No puedo dormir. Pero vuelvo a la cama. hay más calor aquí, pero es más cómodo que el suelo. Me he elevado un poquitín
¿Cómo elevo el alma? ¿Cómo la elevo? Para que no exista y sea, siga siendo. ¿Y qué hago con el cuerpo? Si pudiera limpiarlo simplemente del veneno, para que sea también, junto al alma, que siga siendo.
Pero bien sé que aunque limpie el cuerpo de este sentimiento, volverá a sentir, es su natural, es su idea innata. Idea innata.
Pero si el sentir está en el pensar, el pensar está más en el alma que en el cuerpo. Y el pensar podría quizá pensar en otro objeto distinto del sentimiento, y entonces, entonces seguirá siendo sin existir. ¿O seguirá existiendo? ¿qué es existir? ¿Es sólo sentir? ¿Es también pensar?
Pero sentir en verdad no es nada, es pensar que siento. Porque si sintiese de verdad lo que pienso que siento me habría de morir. Sentir solo se siente el sentimiento del cuerpo, el fisiológico, no el del sentimiento, ese se piensa, y el cerebro lo manda al cuerpo.
Aún no me voy. Aún no me duermo. Yo quiero no existir siendo.
¿Para qué quiero seguir siendo? Para escribir
¿Para qué quiero no existir? Para no estar sintiendo
Si yo no existiera, no sentiría este veneno. Pero seguir siendo me permite escribir. ¿Qué escribiría yo si no existiese? No escribiría de sentimientos, no, no existirían. ¿Qué escribiría? ¿El qué? ¿El qué? Mientras exista no lo sé.
Me subo a la litera. Aquí hace demasiado calor. Con el flexo me ahogo. En la cama de arriba ya no hace tanto, pero no hay tanta luz. Me he elevado otro poquito.
Para no sentir, tengo que dirigir mi pensamiento a otro objeto. Lo hago y lo distraigo de mil formas, pero algo sigue quedando en mí, y me muerde, me abrasa todavía. El veneno sigue aquí.
Si lo siento aun no pensándolo, eso es que no pienso que siento, sino que es verdad que de verdad lo siento. Y si siento lo que siento, ?por qué no me muero? ¿por qué no muero si éste, éste, es el mayor dolor que existe? Porque existe el dolor, el dolor existe. El dolor es existencia misma, y existir es sentirlo.
No me muero porque ya no siento. Sí, si que siento. Pero no siento tanto como es, solo un reflejo. ¿Por qué? ¿Dónde está el dolor mismo? ¿Dónde está el veneno? Si no me duele a mí directamente ¿no está en mi? Oh, pero yo, si, si, lo siento. ¿Dónde está el reflejo?
En el recuerdo.
Eso, eso duele. No duele el dolor en sí. Duele el recuerdo. Y se refleja en mí. En mi pensamiento alberga el recuerdo, el recuerdo que duele, y me duele pues el pensamiento. Y al dolerme el pensamiento, pienso que siento y ese pensar en sentir hace que sí, que yo lo sienta en mi cuerpo. Y por eso aun dejando de pensarlo sigo sintiendo, poque el recuerdo queda en mí. Y no me muero al sentir el veneno, porque el dolor no es completo, solo un reflejo de lo que fue, de lo que queda en el recuerdo. Silencio.
Me pongo de pie en la cama y toco el techo. Aún no, aún no me duermo. Aún queda algo, algo, algo aquí.
¿Cómo me libro del reflejo de sentir? ¿Cómo alejo el recuerdo? Si suprimo el recuerdo, ya no existo, o al menos, no existe ya esa parte de mí.
¿Sigo siendo si quito el recuerdo? Si, soy lo que ahora. No soy lo que fuí.
¿Puedo ser lo que soy ahora sin ser lo que fuí?
No destruyo el ser, solo el recuerdo de haber sido. La idea sigue en mí, y soy con base de la idea que fuí, pero sin recuerdo directo de ella. Sigo siendo sin recuerdo.
¿Y existo? Existo desde ahora. Corro pues el peligro de volver a sentir. Pero en el sentir también hay sentimientos buenos, y si no existiese no los tendría más en mí. Existo desde hoy. Lo de antes, no existí. Y el sentir de antes ya no existe, solo desde aquí.
¿Pero cómo huyo para que no exista el recuerdo? ¿Cómo me lo despego? ¿Cómo renuncio al veneno del reflejo?
Dejándolo ir
martes, 29 de junio de 2010
lunes, 21 de junio de 2010
No he parado de buscarte
No he parado de buscarte.
He buscado en otras gentes
la alegría misma tuya sola,
las sonrisas miles todas,
tu gracia de andares, cuerpo,
gesto y sexo.
El ruido de aviones de tu pelo cierto.
Te echo de menos.
He buscado las tuyas
en las curvas de otros cuerpos.
En los labios de otras bocas,
tus besos.
En otras pieles,
tu piel.
En otros pelos,
tu pelo.
Silencio.
He recorrido camas,
he visitado almohadas,
sábanas, se han quedado frías todas antes
de que llegara la mañana.
Heladas.
Te he buscado entre excusas,
acumulándote en las comusiras.
Sé que ya no estás en la rabia.
Sé que ya no estás en mi enfado.
Espanto.
Esparto, mimbre, cañas, barro.
No te he buscado en ti,
solo un reflejo.
No te he buscado en sí,
solo un recuerdo.
No he parado de buscarte.
No te he hallado,
excepto en mí.
Porque quizá de ti ya solo existe
esa parte imprescindible que hay en mí.
Esa que solo tú hiciste,
que tiene tu olor y tu risa,
que ya no busca otras bocas
pues sabe que existe una sola.
He buscado en otras gentes
la alegría misma tuya sola,
las sonrisas miles todas,
tu gracia de andares, cuerpo,
gesto y sexo.
El ruido de aviones de tu pelo cierto.
Te echo de menos.
He buscado las tuyas
en las curvas de otros cuerpos.
En los labios de otras bocas,
tus besos.
En otras pieles,
tu piel.
En otros pelos,
tu pelo.
Silencio.
He recorrido camas,
he visitado almohadas,
sábanas, se han quedado frías todas antes
de que llegara la mañana.
Heladas.
Te he buscado entre excusas,
acumulándote en las comusiras.
Sé que ya no estás en la rabia.
Sé que ya no estás en mi enfado.
Espanto.
Esparto, mimbre, cañas, barro.
No te he buscado en ti,
solo un reflejo.
No te he buscado en sí,
solo un recuerdo.
No he parado de buscarte.
No te he hallado,
excepto en mí.
Porque quizá de ti ya solo existe
esa parte imprescindible que hay en mí.
Esa que solo tú hiciste,
que tiene tu olor y tu risa,
que ya no busca otras bocas
pues sabe que existe una sola.
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