lunes, 27 de noviembre de 2017

Después del llanto  y la rabia
del dolor agudo y la opresión del pecho
Después del miedo y la tormenta
el mapa perdido y el paso sin rumbo

después de que todas nos hayamos sacado del odio y secado de lágrimas

quedará el precioso recuerdo
el infinito cariño
quedarán las gracias.

Devenir Nómada

Yo solía tener una gata
blanca y parda con ojos azules
que sabía dormir y querer
como ningún ser humano sabe hacerlo:

rozando lo absoluto.

Yo solía tener miedo a la oscuridad
pero solo antes de cerrar los ojos
y decidir por mí misma ver en negro.

A veces cuento ausencias cuando nadie me ve.

Yo solía tener muchas cosas
que siempre estaban en el mismo lugar.

De esas me quedan pocas

me queda, tal vez, la soledad.

Ahora tengo
mis miedos mis fantasmas
mis versos mis viajes

todos mis superpoderes

y un folio en blanco

para reinventarme y decidir

en qué clase de persona
jamás quiero convertirme.

La deriva de mi Yo
no la he decidido todavía

ni lo haré.

No soy capaz de elegir solo una:
hay demasiadas vidas
que merece la pena ser vividas.

Micro-Cartas

I

Hace un año tú ya sabías
que no verías esta navidad que se aproxima

y ahora yo, sola ante sus puertas,
tiemblo de hielo y de miedo por vivirla

cuando vuelva allí donde no estás
las luces decorarán las calles
el aire olerá a otro final de noviembre
y el río habrá enmudecido por el frío

las sonrisas pasarán frente a mí
como un halo de verdad poco plausible

en ese pueblo para mí habitará tu ausencia.


II

Me gustaría que vivieses todo lo que ya no sabes
me gustaría que supieses todo lo que ya no vives:

J encontró trabajo
I te nombra a todas horas,
tiene gafas nuevas y está muy grande
M es feliz.

Desde que ya no estás han pasado muchas cosas

todo

menos el dolor que produce nombrarte
y que la palabra remita a un recuerdo.

Me gustaría que leyeses todo lo que ya no escribo

domingo, 12 de noviembre de 2017

No puedo contar el tiempo.
Puedo contar los segundos que a mi mente le cuesta reaccionar cuando el despertador suena, o la fracción de segundo que tardo en darme cuenta de que el otro lado de la cama está frio, está vacío. Y entonces recuerdo el dónde y el por qué.

Puedo contar los minutos que tardo en disfrutar de una ducha caliente, en elegir la ropa adecuada para el día que empieza y en hervir agua. Los segundos que tardo en tomar el té. Puedo mirar atenta el reloj en cualquier momento de mi camino al trabajo. Y calcular el tiempo que me queda para salir de él.

Puedo contar las horas del día que invierto pensando en esto. La palma de mi mano que roza un dolor agudo e intenso desde dentro. Horas calibrando mi vida, situada en una balanza que no termina de decantar su peso exacto, ni mucho menos su valor equivalente. Horas añorando momentos y recuerdos bonitos. Horas reviviendo momentos duros, de hierro y fuego. Puedo contar todas las horas del día que acaricio asumiendo que algo me oprime el pecho, una piedra invisible que no se puede deshacer. Que no se puede disolver, mas que con tiempo.

Puedo contar los días que pasan con la mirada perdida en un círculo amorfo que no tiene un camino.

Puedo tachar las semanas que se consumen, que me consumen, sin saber quién es yo ni hasta cuando, cuándo dejará de ser espuma y será roca, cuándo dejará de ser alimaña para ser ave, montaña o cráter.

Si pudiese arrancaría del calendario esta página y haría que nada hubiese ocurrido. Porque puedo contar los segundos, los minutos, las horas y hasta los días.

Pero no puedo. Por más que lo intento. No puedo. No puedo contar el tiempo. No puedo contar el transcurso del tiempo y que las palabras lo deshagan. No puedo contar el tiempo perdido y que haya alguien para oírlo. No puedo contar las heridas y esperar que sin dolor se vuelvan cicatrices. No puedo contar la rabia que acumulo y que me sangra por las cejas.

No puedo contar el tiempo
No puedo cantar el transcurso del tiempo
No puedo decir simplemente este tiempo se ha ido
Porque ese tiempo soy yo misma y a ambos nos ha cogido el miedo, la pena y el frío.
No puedo contar el tiempo detenido.