lunes, 21 de noviembre de 2016

La envidia de la medusa

El gris del mar
ha llegado a nuestros centros.
Abro una ventana
y relamo el olor del aire
mientras se corta el invierno.

Mis escombros hablan de mí.
Y yo envidio a las medusas.

La espuma del mar
ha llegado a nuestros cielos.
Ésa que recibe los golpes sin moverse
hasta que se diluye y se deshace.

Mis escombros hablan de mí.
 Y yo envidio a las medusas.

Y yo,
aquí,
clavada en tu tierra
donde nunca me dejaste echar raíces.

Nunca fui planta, ni cuchillo, ni rosa
suficiente ni para del todo quererme
ni para siempre despedirme.

Si fuese una medusa
aún me quedaría
algún corazón intacto.

Pero ni siquiera las medusas
con sus siete corazones
habrían aguantado este último asalto.

miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Cuántas vidas caben dentro de una vida?

Cuál será la palabra definitiva,
cuál la mirada que me atraviese,

cuál será el reto que cure mañana mis heridas.

La ilusión que me despierte y me anime a comenzar el día.

¿Cuántas vidas caben dentro de una vida?:

Infinitas.



lunes, 5 de septiembre de 2016

Inmarcesibles



Me late la garganta atravesada por vuestras miradas.
Como dejarse doblar el cuerpo para conseguir el abrazo perfecto
me envolvéis entre las hojas de los árboles más viejos.

El miedo no existe:
es un montón de pájaros sin alas que saben volar.

Y se va
en este instante,
a buscar otro horizonte,
se va.

Respiro vuestra alegría,
exhalo vuestro valor
y acaricio nuestra lucha,
día a día.

Vuestra vida rima con la mía

lunes, 22 de agosto de 2016

Las palabras se pierden. Se pierden, de una forma irremediable, como se pierde el miedo a la oscuridad, la compañía de los abuelos, la ignorancia de la justicia.
El olor de las palabras se evapora, como se disuelven los granos de cacao por las mañanas, como la gota de lluvia atrapada entre los pliegues de la ventana, como la esperanza de cambiar las cosas.
El momento de la escritura llega siempre de forma inoportuna.
Siempre todo se termina. Siempre todo se marcha.
El instante de este calor entumecido, arrinconado junto a las ropas mojadas. El segundo apresado entre los párpados de la conversación entre miradas. El sutil pálpito de un sueño de cambio, de un giro de vida inesperado.
Las historias de las mujeres valientes que nos precedieron. El sonido del monitor del hospital.
Los suspiros encerrados en una silla de ruedas.
Tú solo quieres, por ahí, volar.
Ojalá que no termines. Ojalá, que no. Que no te marchas.
Yo he de encontrar mi camino
allí, justo donde se termina.
Yo he de encontrar el sentido,
he de morder la palabra
he de gritar, en tu cima, poesía.
Yo he de buscar tu mirada
y habré de cobijarme en tus faldas.

Yo he de seguir tu camino
allí, justo donde se termina
asomarme al abismo de tu cuerpo
y en tu cumbre comprender
todo lo que me has negado
y me ha confesado, por fin, el viento.
Hoy Moncayo tiene forma de mujer.

Amar la vida



Amar la vida como un reto.
Amar las palabras que activan volcanes
y las que se lleva el viento.

Amar la vida y su injusticia,
la lucha incansable por construirla.
Amar la vida,
ayudarla a que florezca,
curarle las heridas
y abrazar incluso sus engaños y mentiras.

Amar la vida como una promesa
que se deshace a la mitad de ser cumplida.
Amar su sonrisa, sus encuentros
y sus despedidas.

Amar la vida como se aman entre ellas las mujeres.
Amarla con calma, con pasión, con urgencia,
 y cuando se agota,
construirle de nuevo la esperanza extinta.

Amar la vida como el reto
de amar la poesía.

Amar la vida
y la destreza
de seguir con vida.

domingo, 20 de marzo de 2016

Semillas

La ceguera de nuestros cuerpos
me revela que tu agua es tuya
pero quiero lamerla
como si fuese una herida.

Inesperadamente existes
habitando en mi agujero
y me contraigo, y me contraigo
queriendo tragarte, dentro.

Tu aliento me despeina la oreja
como si ése fuese el único espacio
que hay sobre la Tierra.

Las semillas de tu pecho
se cuelan entre mis dedos
y quiero amarrarlas
lento, fuerte, en mi deseo.

Del mapa de tu espalda
irán brotando
de pronto, alas

y soltarás toda la tensión de tu placer acumulada.

Cuando la ceguera de nuestros cuerpos
sin previo aviso, se encuentra,,
recuerdo que mi falta no existe
que mi carencia es ya una ausencia.








jueves, 3 de marzo de 2016



El peso de mi cuerpo cae sobre la cama
lentamente:
siento mis pies estirarse
mientras rozan la sábana;
mi lengua saborea el olor a derrota;
y tengo entumecidos todos los huesos de mi cráneo
un dolor insoportable se extiende
soy incapaz de localizarlo.

El cielo está estrellado
Quizá tú también lo estés mirando
Tal vez
No puedes quitar la vista de la masacre.

Cuando los sueños se rompen
sin previo aviso en mitad de la noche
provocan un ruido sordo
de alas rotas remontando el vuelo
de sombrillas grises resistiendo el invierno
de palabras huecas desmigajadas a tiempo

y su recuerdo son
luces cegadoras que queman
bombas heladas que irradian.