martes, 31 de diciembre de 2013

Compañera,
cruza la línea conmigo esta noche.

El tiempo se proyecta hacia delante
y no sabré donde escaparme

llévame al lugar de las palabras sin nombre
pero no me abandones allí
allí, no me sueltes.

Compañera,
atraviesa conmigo esta noche
mira nuestro hogar construyéndose
entre las caricias fantasma

y trátame como si no me fuese nunca
pues nunca quiero marcharme

y guíame por tu vida
como acompañante eterna

enséñame el alma que es solo tuya
y deja que me mueva como un mapa por tus curvas.

Compañera,
no alejes las palabras oscuras
y recuerda

que donde ha habido dolor
siempre habrá cura
si sostengo tu cariño sin romperse
si sostienes mi mirada entre tus ojos.

Compañera,
cruza la línea conmigo esta noche
en ese preciso momento
en el que nunca dejan de pasar las doce.
Se acabó.
Todo corría ensimismado hacia el borde

las voces cantaban sin sombra
se precipitaban
cada una de las que he sido
tirándose de los pelos
arrancándose la piel la una a la otra
disputándose el puesto de la actualidad

corrían sin darse cuenta hacia el abismo
hacia el bosque donde la tierra termina
al pie de una montaña indescifrable

avanzaban inconscientes
sin darse cuenta de lo que iba a suceder:

el olvido.

Muertas ya todas las que he sido
me arrastro por el suelo como un insecto sin dueño
y me levanto de mi propio cadáver
para inventarme de nuevo.

Se acabó.
Todo corría ensimismado y desapareció en el horizonte

ya no soy más que un vacío en el espejo
ya no soy más
que la ausencia del pasado
y la promesa de una creación constante
en el íntimo abrigo del invierno.

Siempre buscando esta soledad
Se oye el fin llegando
Un abismo al borde de la noche
Y el silencio de la casa sin nombre.

Siempre estoy en esta soledad
Que yo me creo en mi alrededor profundo
Que yo me busco para tratar de encontrarme
Pero mi rostro corre
Se esconde
Huye de mí.


Y es una soledad desoladora.

Curación

Me cuesta cada vez más pensar en devorarme.
Poco a poco todo va sonando a lo idéntico.

Por qué este silencio fantasma
Esta incapacidad de palabras
Este bloqueo inmundo que se instala
Por ya demasiado tiempo
Aquí en mi cuerpo

Si yo solo quería lamerme a mi misma
Si yo solo quería arrancarme la piel
Y gritar
Y aullar desconsoladamente todas mis heridas

Si yo solo quería echarme fuego por encima
Beberme el veneno de la vida
Y tragar
Y engullir la ceniza que quedase del fracaso.

Me cuesta cada vez más pensar en devorarme
En devastarme entre palabras
Jugar con mi cuerpo como si fuese un poema
Deformar mi rostro como en un espejo
Jugar con mi vida
Arriesgar con mi alma
Estirarla hasta romperla
Rasgarla
Por qué este silencio insostenible alrededor de mis palabras.

No lo soporto.
El poeta se ríe de mi cuento informe
De mi poema inerte
de mi amor deforme

y estás lejos
como el mosquito y  la nada

y estoy tan cerca del origen
tan próxima a mi centro
que me desintegro entre lo negro de la noche
que me desmiembro en lo azul de mis párpados

si yo pudiese
rozaría con mis manos las palabras
hasta deshacerme en un cuento placentero
que me meciese por la vida en cada verso

que me aliviase mi desencanto y mi tormento

Umbral de lluvia borrada

Me he despertado de la dulce sustancia de la noche.
No sabré si callar o escuchar este silencio hielo.
He vivido como animal en sombra caliente en madrugada
Siento mi cuerpo desnudo como una palabra.
Extraigo la esencia de las cosas
El jugo extraño y muerto de las cosas.

Nadie viene.

Estos ojos se deshojan.

Soplará el viento en este invierno des-solado
Ahuyentando nubes y la cara de un muerto.

Sé que estás ahí dentro.

Nadie viene.

Estos labios se descarnan
Estas venas se desangran

Y la noche llega

Como revelación conclusa de lo no vivido.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Carne es asesinato

No soporto más este sonido. Esta estridencia incontenida. Este ruido incontenible. Y esos ojos ciegos… me miran directamente, lo noto, lo sé. Me está transmitiendo su sufrimiento. Me relata su tortura interminable a través de ese silencio. El silencio de la muerte.

En el centro de la mesa, protagonista absoluto de la noche. Las miradas girarán en torno suyo. Los comentarios elogiosos le atravesarán de extremo a extremo. Los piropos serán arrojados sobre su cuerpo inerte, cocinado y muerto. Pero nadie pensará realmente en él. Nadie se preocupará, en verdad, por él. Nadie se preguntará qué le ha sucedido hasta terminar en esta mesa. Nadie se planteará si es correcto que una vida termine en sus bocas. Nadie se cuestionará si aquella vida tendida en sus platos merecía ser vivida. Porque esa vida no alzará la voz para defender su causa. Y quien no habla no existe.

No soporto más este espectáculo grotesco. Imagen parecida a un campo de batalla tras la lucha ya finalizada, cadáveres desperdigados por todas partes: miembros sueltos. Nada en toda la mesa que no lleve escrita la palabra ASESINATO.

De pronto, interrumpiendo la velada, se presenta ante mis ojos la evidencia más clara: el contenido viril que significa comer carne. Un hombre disfrutando con la cabeza de mi compañero en su plato. Un hombre desollando el cráneo, en busca del cerebro. Luego pasa a la lengua. Lo muestra a los presentes, como un trofeo, como una prueba de virilidad a superar: “no quedarán más que los huesos, lo prometo”. Se lo enseña a su hija, le ofrece un trozo del cerebro. La niña lo rechaza con gesto de espanto y de asco. El padre se ríe, la mira como quien mira a un ser endeble y débil, y se gira, confiado, hacia su primogénito. El niño asiente, come el cerebro, se regodea. Es sin duda un macho, la sociedad ya puede reconocerlo: es un hombre de verdad, se ha comido el cerebro de un animal muerto. Aunque no le guste, no lo dirá. Y entre comentario y gesto, le transmite a los pequeños que comer carne es ético.

No soporto más este sonido. Esta estridencia incontenida. Este ruido incontenible. Y esos ojos ciegos… me miran. Lo sé. Lo sé, lo siento. Soy cómplice de este asesinato, de este espectáculo sádico, cínico y grotesco. Lo sé. No hay necesidad de esto.
Aquí estás, compañero. Tendido ante mí, muerto. Sin que yo haya podido hacer nada por remediarlo, por resolverlo.

Y una daga helada me atraviesa el corazón cuando pienso en las miles y miles de vidas que acabarán como tú, que sufrirán como tú. En vuestros campos de tortura indescriptibles.

Seréis una vez más los protagonistas de la noche sin que nadie os atienda, sin que nadie os escuche.
Una lágrima resbala por mi cara en el primer bocado. Quiero escupir. Quiero vomitar toda la carne que he tragado.

sábado, 7 de diciembre de 2013

Hueco de insomnia

Invoco tu olor en mi esfuerzo mental.
Apenas consigo encontrarlo

Cuatro.
Son cuatro sin ti.

El silencio es absoluto.
La tensión acumulada es ya definitiva.
Si gimo la romperé
querré rasgarla con mi voz estructurada
apresarla entre mis manos…
Que se vaya.

Pero vuelve, se organiza, se expande.
Cae polvo en tu piano y en mis huesos
torcidos por abrazar a una sombra.

Invoco tu olor en mi esfuerzo mental.

Cuatro.
Cuatro meses sin ti.

Ya no sé
si eres tú el que se ha ido
o soy yo la que ha huido descalza de este cuerpo

furtiva tras tus huellas.

Yo soy todos los nombres de la historia

Me desdibujo sin remedio.

Sabéis que habéis cantado la última alabanza.
La loca me persigue, y ya está aquí.
Miradle los ojos.
Saboreadle las pestañas.

Teme encontrarse con su sombra
en este errar descarrilado por su vientre

Yo era algo infinitamente pequeño,
indescriptiblemente real
leal,
lo más sincero…

pero se ha deshecho el lado puro de las cosas
y solo queda la baba viscosa que se retuerce
se desliza entre mis arrabales y las cunetas
y los cementerios llenos llenos de todas las muertes
como la mía. Como esta dulce muerte mía

Que venga
que venga ya la noche
y que me ahorque

Me desdibujo sin remedio.

Sabéis que soy blanca,
poeta derrumbada en madrugada.
Traedme los sentimientos más sucios:
yo los convertiré en mi espectáculo,
yo los transformaré en mi habitáculo,
un lugar donde morar sin sombra.

Traedme los lugares más despreciables:
yo los haré mi piel.

No seré más que una masa amorfa,
un abismo que todas las tristezas se traga,
que todos los dramas recoge
y los guarda para sí,
y los hace suyos.

Yo me levantaré de mis cadáveres
y estrecharé entre mis brazos los fracasos
los colgaré de la pared junto a mi cuerpo.
Recorrerán las cucarachas mi sabor eterno.

Mi olor putrefacto inundará el mundo.

No quiero volver a ver la luz
me ciega la luz de la oscuridad inmediata

Volveré entre mis espinas a bañarme
y sangraré este liquido azulado por las venas

Correrá en las mañanas el tiempo a borbotones
y la loca
no podrá marcharse de sus dientes.

Miradla colmada de lirios inconclusos
de nubes arrancadas
de versos impolutos

¡Miradla!
Si tenéis valor…
¡Miradla!

Será la última vez
que se asome a la vida

sin suplicarle venganza.