Las paredes ya son blancas otra vez.
Al entrar en este eco desdoblado
me ha mordido el corazón una serpiente.
En este espacio que ya es frío, impersonal,
hemos tejido nuestro amor con fuego y tiempo,
hemos trazado nuevas formas de mirar
y expandir a otros rostros sentimientos.
En esta habitación que ha sido nuestra
se han dibujado nuestros cuerpos al trasluz,
se han disuelto los miedos.
Y ahora ya
solo queda lo diáfano de mí
lo versátil del papel en blanco
y un poema enrollado.
Cerraremos, para que no nos vean,
por última vez
la puerta.
Tus ojos rojos, mis lágrimas tibias
un abrazo arqueado como ramas de árbol
y la promesa indubitable de seguir con vida.
Un nuevo viaje que ya emprendes
con tu inevitable maleta azul gigante.
El camino no trazado todavía
nos abre el mundo a sus posibilidades.
Recuerda:
los leones sobreviven en invierno
construyendo en cualquier parte su trinchera.
Adelante, compañera.