martes, 6 de abril de 2010

Entre querer y amar

Entre querer y amar hay una línea tan fina como un abismo, como un atisbo de querer o no querer estar. Hay un pequeño hilo, que se enreda muchas veces y no deja ver diferencia alguna, ni principio ni final. Hay un miedo apenas contenible entre quedarse en el querer o elevarse más, sabiendo que si surge al revés, el descenso puede ser mortal. Reside además la diferencia entre dudar en momentos de debilidades y no dudar jamás.
Entre querer y amar, en realidad, tampoco hay tanto. Es un pequeño recorrido que puede darse en dos o cien mil pasos. Querer es vestir el alma, mientras que amar es el estado que adoptas cuando querer ya es muy pequeño, ya no te abarca.
Entre querer y amar, pues, no hay más que diferencias de matices, que quien quiere no sabe y quien ama le pierden. Ve quien quiere, de este modo, dos ojos, y sabe leerlos, y sabe qué sienten. Ve sin embargo quien ama en esos dos ojos las puertas del alma. Quien quiere siente en el tacto una compañía eterna, una seguridad que cosquillea, que enreda, un deseo de querer parar el tiempo para no privarse nunca de tocarla. Encuentra sin embargo en el tacto quien ama un fuego de anhelo que nace en el pecho por querer estar más cerca, por henchirse dentro. Quien quiere en los labios siente urgencia de besarlos, tiene prisa por darlos; pero quien ama en los labios intenta que los besos duren años, cientos, para perderse mil veces en cada uno de ellos y acabarse encontrando.
Entre querer y amar no pasa nada, si uno de los dos no existe.
Ahora bien, al elevarse una parte sin la otra, al desprenderse una parte y descender… quien quiere se ahoga y quien ama se agota. Las miradas, a quien quiere atraviesan, y a quien ama, no llegan. Las manos, a quien quiere le queman y a quien ama le hielan. Los besos, a quien quiere le estorban y a quien ama le pesan.

Y de este modo, quien ama busca y quien quiere evita, y no se encuentran nunca, no se encuentran en el medio… porque entre querer y amar hay un infinito negro eterno.

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