miércoles, 3 de octubre de 2012

Incomunicación


Oscuro y nada. Una serie de espirales huecas que se van desdibujando, pero no puedo perseguirlas o ya es todo demasiado tarde. Temprano. Debería amanecer pronto. Pero el horizonte se me presenta ya solo como pura imperfección. Como ficción borrosa. Se dan en mí los objetos porque no existen. El único modo de ver. Y un silencio impune que lo absorbe todo. Estoy vagando eternamente en esta densidad. La incomunicación es total. El aislamiento es definitivo. No puedo desarrollarme en el exterior. No puedo vagar hacia afuera, divagar, aunque sea con dudas y a tramos muy cortos, no puedo expandirme y ya solo me queda replegarme sobre mí de forma indefinida, infinitamente, hasta que me consuma en mi propio Ser desaparecido. Ahora desearía ser una hoja de papel. Con límite infranqueable de dobleces. Pero yo me pliego indefectiblemente hasta deteriorarme entre mi misma existencia.

Sé que hay un algo más allá de estas espirales huecas que se me remiten, más allá de estas ondas marítimas que no desprenden espuma: que no rompen jamás de una vez por todas. Sé que hay un hacia afuera que no habré de conocer nunca. Y entonces llega la eterna duda. Hasta qué punto estoy, hasta qué punto existo dentro de un todo al que yo no habré de acceder ni siquiera con los dientes. Trato de verlo todos los días aun sabiendo que ese acto me reduce cada vez más a mi propia existencia. Intento devastarlo, conjurarlo, avivarlo, y todas las mañanas o lo que yo juzgo mañanas, esto es, cuando me despierto, tomo ese aire que hay a mi alrededor y me consuela pensar que nadie ve y no soy solo yo. Lo tomo como si fuese mi creación definitiva. Y procuro retenerlo en la garganta antes de llevar a cabo mi fracaso elemental: emitir algún sonido. Decir alguna palabra. Pero no se puede decir. No hay sangre en mis entrañas y todo lo que sobrevuela esta espiral inconclusa se quedará siempre dentro, agotado, ignoto, nunca conocido para otra persona que no sea Yo, que no sea mi simple existencia que ya lo sabe todo de sí misma. Y la voz muda nunca podrá realizarse. Estos ojos no sabrán nunca nada. La soledad insostenible escuchará el silencio. Y todo lo que hay dentro de mí se quedará siempre dentro. Sin poder salir.

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