Ha sobrevenido el cambio
como una bala abierta desplegada
el acontecimiento te desborda
estalla en la franja de tus labios
en la comisura I del imprevisto:
adjetivo exacto.
Ha sobrevenido el cambio
pero no era azul como tu pecho
ha sido una tormenta gris púrpura
que no nos dejaba oír los latidos de la otra.
Para que sucediese tenía que ser imposible,
debía ser inaprensible para que al fin llegase
tan increíble como una fractura en el número doce.
La ceguera me deslumbra.
¿Cómo seguir tras el acontecimiento?
El huracán ha arrasado los cimientos
no hay referente tras la masacre
no hay palabras, no hay llave.
¿Cómo levantar los párpados ciegos
y volver a mirar sin vergüenza
y estrechar un abrazo en tinieblas
y empezar a vivir por las buenas?
Tal vez asumir lo incontenible,
aprender sintiendo a ciegas.
Soy una perfecta imperfecta.
jueves, 29 de mayo de 2014
Mi verbo gastado
Allí, en el terreno sensible de la herida abierta
se deslizan mis dedos como cuchillos
como si Yo fuese lo único en el mundo
como si cuidar fuese sinónimo
de arquear los brazos.
Como troncos viejos y gastados
se aproximan mis pasos en el horizonte
he visto tus ojos
están cansados del cansancio de mis ojos
he visto tu lengua
está quebrada por mis párpagos mojados.
Allí, en el terreno sensible de la herida abierta
descargo mi furia como si nada importase
Una jaula vacía
unos barrotes serrados
eran mi ira y mi agonía
y tu amor
el vuelo de un pájaro.
Cuidar
es dejarte libres las manos.
se deslizan mis dedos como cuchillos
como si Yo fuese lo único en el mundo
como si cuidar fuese sinónimo
de arquear los brazos.
Como troncos viejos y gastados
se aproximan mis pasos en el horizonte
he visto tus ojos
están cansados del cansancio de mis ojos
he visto tu lengua
está quebrada por mis párpagos mojados.
Allí, en el terreno sensible de la herida abierta
descargo mi furia como si nada importase
Una jaula vacía
unos barrotes serrados
eran mi ira y mi agonía
y tu amor
el vuelo de un pájaro.
Cuidar
es dejarte libres las manos.
martes, 13 de mayo de 2014
Impotencialidades
Si Todo fuese una imagen
elegiría tu espalda moteada por la luz,
una sábana muy blanca al contraste de tu piel,
tus ojos medio-dormidos medio-cerrados
y tu aliento enroscado.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la curva de tus labios
el hueco de tu cuello
y nuestros sexos rozando.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la cascada sobre ti
eliminando el jabón que sobrevive
a tus bailes espontáneos.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la espuma abandonada
la cerveza vacía
nuestra historia contada.
Si Todo fuese tan solo un instante
elegiría sin duda tus besos en mi espalda.
Pero ya llega el movimiento imperecedero:
no sé detener tornados
no sé dirigir el trueno.
elegiría tu espalda moteada por la luz,
una sábana muy blanca al contraste de tu piel,
tus ojos medio-dormidos medio-cerrados
y tu aliento enroscado.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la curva de tus labios
el hueco de tu cuello
y nuestros sexos rozando.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la cascada sobre ti
eliminando el jabón que sobrevive
a tus bailes espontáneos.
Si Todo fuese una imagen
elegiría la espuma abandonada
la cerveza vacía
nuestra historia contada.
Si Todo fuese tan solo un instante
elegiría sin duda tus besos en mi espalda.
Pero ya llega el movimiento imperecedero:
no sé detener tornados
no sé dirigir el trueno.
Cuando el Yo tiembla
De la cabeza, de las manos, de los pies. Yo, en una
encrucijada demasiado innombrable para haber sido escrita alguna vez. Me encuentro
en el inmenso océano de pensar lo no-pensado. De sentir lo que no me han
enseñado a sentir. Se me olvida respirar. Mi aprendizaje más básico. Se me
escapan los conocimientos clave tratando de aprehender otros nuevos. Este es el
fallo. El error mortal que me ha llevado al sitio donde estoy ahora: delante de
mí misma con rostro de papel en blanco.
De la cabeza, de las manos, de los pies. Me estiran para
agrandarme de todas partes. Y no lo entienden. No cabrá ya más en mí como un
pájaro en el borde.
Se me olvida sobrevivir. Decirle al corazón que lata. Se me
olvida que el trueno de las entrañas me está diciendo hambre. Mis párpados
pesados. Mis párpados sin nombre.
De la cabeza, de las manos, de los pies. Pero quién tendrá
mi pensamiento irrevocable. Quién mi ayuda infatigable. Quién mi compañía
perruna en cualquier parte.
¿Quién será Yo una vez que Yo se pulverice y estalle?
Cómo abrir el corazón evitando que se cuelen los fantasmas. Espectros
invisibles, habitan todas las esquinas, acechan todas nuestras vidas. Cómo abrir
la puerta y cerrarla a tiempo, dejarlos fuera.
Y mientras tanto qué sucede con el Yo, atravesado por las
otras, dinamitado hasta la muerte. Dónde encontrarse en una casa repleta de
otredades.
Se me olvida lo central. Se me olvida lo crucial, lo más
perdido. Se me olvida que sin mí mi vida no tiene sentido.
The Black Mother
Aún recuerdo mi díanoche desdoblado. En mitad de esta tierra
rodeada de tierra llegó el mar inundando el espacio. El nivel subía, pero no
había olas. Solo la espuma tejiendo el rescate del olvido. Me ha asaltado al
fin. Llevaba tiempo anunciándolo sin que nadie jamás lo hubiese pre-visto.
Parezco un muro infranqueable. Lo han cortado en dos. Derribado.
Mi tierra ahora es diáfana y sufre ceguera. Sufre de no sufrir. Solo me oigo. Mi
patria exiliada mi lugar imperceptible.
No me encuentro ya jamás en ningún rostro
No me encuentro ya jamás en ningún ojo.
Mi Invisible acechando en la maleza. ¿Cómo acceder al
reconocimiento dentro de la soledad? Todos los poetas saben que es imposible
crear desde la nada. Mi Yo dentro de esta nada es nada. Mi yo en el desierto
hostil no existe.
Pero algo brota dentro como un péndulo en el borde. Algo que
me quema las arterias. Boca cerrada bocanada intacta. Me revuelvo dentro de mí
misma como el agua sobre la piedra.
Es mi creación que se resiste.
Es el Poema. La Madre Negra.
Pero se muere de sed…
Aún recuerdo mi díanoche desdoblado. Solo quería hacer oír
la tierra prometida que se me había robado. Solo quería quitarme este peso de
encima como un muerto que no es un muerto sino un muñeco muy pesado muy
avanzado muy dolido tejido en telarañas gruesas. Cojo mis zapatos. Se los
pongo. ¡Anda!
Como ver el precipicio sin poder dar media vuelta avanzo a
ciegas, las heridas me van cortando me van quedando, las oigo. Las escucho y me
sueno la sangre con ellas. Ruleta rusa. Jugar a saber donde está el límite
sabiendo que al llegar no existirá nunca más. Jugar a saber dónde está mi
muerte, sabiendo que cuando lleguemos no viviré nunca más. Aún viviendo.
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