martes, 13 de mayo de 2014

The Black Mother

Aún recuerdo mi díanoche desdoblado. En mitad de esta tierra rodeada de tierra llegó el mar inundando el espacio. El nivel subía, pero no había olas. Solo la espuma tejiendo el rescate del olvido. Me ha asaltado al fin. Llevaba tiempo anunciándolo sin que nadie jamás lo hubiese pre-visto.
Parezco un muro infranqueable. Lo han cortado en dos. Derribado. Mi tierra ahora es diáfana y sufre ceguera. Sufre de no sufrir. Solo me oigo. Mi patria exiliada mi lugar imperceptible.

No me encuentro ya jamás en ningún rostro
No me encuentro ya jamás en ningún ojo.

Mi Invisible acechando en la maleza. ¿Cómo acceder al reconocimiento dentro de la soledad? Todos los poetas saben que es imposible crear desde la nada. Mi Yo dentro de esta nada es nada. Mi yo en el desierto hostil no existe.
Pero algo brota dentro como un péndulo en el borde. Algo que me quema las arterias. Boca cerrada bocanada intacta. Me revuelvo dentro de mí misma como el agua sobre la piedra.

Es mi creación que se resiste.
Es el Poema. La Madre Negra.

Pero se muere de sed…

Aún recuerdo mi díanoche desdoblado. Solo quería hacer oír la tierra prometida que se me había robado. Solo quería quitarme este peso de encima como un muerto que no es un muerto sino un muñeco muy pesado muy avanzado muy dolido tejido en telarañas gruesas. Cojo mis zapatos. Se los pongo. ¡Anda!
Como ver el precipicio sin poder dar media vuelta avanzo a ciegas, las heridas me van cortando me van quedando, las oigo. Las escucho y me sueno la sangre con ellas. Ruleta rusa. Jugar a saber donde está el límite sabiendo que al llegar no existirá nunca más. Jugar a saber dónde está mi muerte, sabiendo que cuando lleguemos no viviré nunca más. Aún viviendo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario