viernes, 20 de febrero de 2015

Llorar
como extraer por los ojos
todos los jugos de las entrañas.
Midiendo sin límite el tiempo
ya no me quedan días
se me han restado momentos.

He cavado lentamente
un desierto hielo
que ya se extiende,
que ya se extiende.
Me convierto en la arena yerma
me deslizo entre los dedos
y sin quererlo
mi cabeza se me desprende por el útero.
He renunciado a la leche materna
de la despedida
al dulce jugo del abrazo
porque mi yo se fragmenta
en miles de cuervos tuertos espantados.
Extraño mi cuerpo desnudo
delante del espejo.
Me deseo otra.
Y me contemplo, caleidoscópica
sin trueno,
sin sangre,
sin tiempo.
Qué me están diciendo mis pulmones
en este esfuerzo sobrehumano al respirar.
Qué me están diciendo
unas piernas que no me sostienen
unos ojos que me saltan a las manos
están viscosos,
están calientes
como tu cuerpo sobre tu cuerpo y el mío
como los cuerpos cuando hacen el amor
pero mis pupilas
hacen la guerra.
Yo sé que mi vida
debe cambiar
como una herida desbordada por mi sangre.

martes, 17 de febrero de 2015

La distancia en verso

Destierra el hielo de mis párpados mojados
como una lluvia fina de cristales
que van cortando las semillas de mis males
mientras ratas se me mezclan
dentro de mi sangre.

Tu recuerdo es una sombra
lejana, pero real
¿real? como la nada que en mí habita.

Quisiera salvar esta distancia
comiéndome los dientes y los dedos
vomitando mis entrañas
quemando el velo.

Tengo la fuerza del amor pulverizado,
esparcida entre la rabia del poema.

Dónde encontrar esa palabra
que me devore por dentro,
que me salve.

Si no puedo nombrar la distancia
lo que queda es la ausencia.

Un hueco mudo entre amapolas
que recorre las calles antes nuestras.

Ven, aunque sea sin venir.
Me pides que vaya, sin ir.

Cómo hacer que coincidan nuestros cuerpos
en un espacio prolongado y cierto,
de cortafuegos.

Si me lo pides,
me arrojo al bosque
buscando hormigas más fuertes que yo.

Si me lo pides,
me arrojo a la maleza
aprendiendo de los animales que se esconden
y esperan, y esperan...

Te espero,
en el vacío de lo no comprendido
en la diferencia no salvada
en el diálogo mudo.

Te espero,
siempre en la roca
doblada sobre el agua en verso.

Te espero,
imaginando tu rostro entre palabras,
recobrando fuerzas.

Te escribo.
Si yo no escribo no existo,
igual que sin ti no existen los leones.

jueves, 5 de febrero de 2015



Voy comprendiendo el poder de la sororidad, y la potencia que envuelven las miradas que se tejen en la relación entre mujeres. El halo de comprensión e intimidad que se dibuja conforme brotan las palabras en las conversaciones intensas, sinceras. Observo detenidamente a las mujeres que me rodean. Hemos decidido encontrarnos entre cervezas. No hacen falta apenas explicaciones, no son necesarias largas introducciones… en seguida estamos nadando en lo más profundo de la que habla, y contemplo la atención indescriptible de quien escucha. Una bajada de párpados, un gesto torcido en la comisura de sus labios, un dedo de la mano que se adelanta, buscando esa mano que tiembla. Se conmueve como se conmueven las gargantas, y brotan las lágrimas. Las dos que escuchan se miran, conscientes del lugar por el que están nadando, cuidando todo ese adentro desplegado encima de la mesa. Nadie quiere moverse. Solo continuar conociendo, aprendiendo de la otra. Los ceños se fruncen y las entrañas arden. Comienza a despegarse la sangre de las venas, y hormigas nos recorren mordiendo.  Hemos creado un espacio seguro, cálido, inquebrantable. Es tan sencillo y tan complejo al mismo tiempo… No sé explicarlo: nos entendemos.