Destierra el hielo de mis párpados mojados
como una lluvia fina de cristales
que van cortando las semillas de mis males
mientras ratas se me mezclan
dentro de mi sangre.
Tu recuerdo es una sombra
lejana, pero real
¿real? como la nada que en mí habita.
Quisiera salvar esta distancia
comiéndome los dientes y los dedos
vomitando mis entrañas
quemando el velo.
Tengo la fuerza del amor pulverizado,
esparcida entre la rabia del poema.
Dónde encontrar esa palabra
que me devore por dentro,
que me salve.
Si no puedo nombrar la distancia
lo que queda es la ausencia.
Un hueco mudo entre amapolas
que recorre las calles antes nuestras.
Ven, aunque sea sin venir.
Me pides que vaya, sin ir.
Cómo hacer que coincidan nuestros cuerpos
en un espacio prolongado y cierto,
de cortafuegos.
Si me lo pides,
me arrojo al bosque
buscando hormigas más fuertes que yo.
Si me lo pides,
me arrojo a la maleza
aprendiendo de los animales que se esconden
y esperan, y esperan...
Te espero,
en el vacío de lo no comprendido
en la diferencia no salvada
en el diálogo mudo.
Te espero,
siempre en la roca
doblada sobre el agua en verso.
Te espero,
imaginando tu rostro entre palabras,
recobrando fuerzas.
Te escribo.
Si yo no escribo no existo,
igual que sin ti no existen los leones.
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yo también te espero
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