sábado, 1 de agosto de 2015

Los ojos descoloridos, inyectados
producen el sabor de la carne putrefacta.
Doblo lentamente
cada uno de mis dientes
hasta que la sangre me empapa la lengua.

Me ahogo con ella.

Abro la ventana
me debato
contemplo el día desdoblado en sombra
una extraña tierra
testigo de las guerras
y yo y mi batalla estallando.

Dispara.

Aunque fuese invisible me herirías.

Como cien aves planeando su fuga
tomo el camino de la huida
corro
de quien prometió cobijo
me alejo
como un hijo que niega a su madre en su lecho de muerte.

Ésa es la gravedad de mi abandono.

Un barco cargado
y un salto.

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