Mi vida sin ti ya no es mi vida,
es otra nueva
mucho más fría,
y más pesada.
Tan pesada que cuesta dar dos pasos
sin intervalos
y al tratar de tomar aire
no hay oxígeno que beber
si no estás tú para darmelo.
Mis miradas ya no leen almas.
Apenas se deslizan por encima de las cosas,
sin dejar huella,
sin retener nada en su memoria.
Mi mente tampoco está despierta,
y prefiere el recuerdo ante el entendimiento.
Mi vida sin ti se deshace a bocanadas.
El sueño va entrando en escalones
pero siempre se me escapa.
Tengo algo.
No sé qué.
Tengo algo en el pecho
que me quema
y no es capaz de sentir nada.
Tan solo ese sentimiento desgarrado
cuando oye tu voz muda de palabras.
Mi vida sin ti se me antoja insípida y nublada.
Mareada y sin sentido,
y sin rumbo, y sin camino.
Como un bucle de ironías
que no paran de reirse de mi misma.
Mi lengua se me enreda en lágrimas,
y mi tacto solo palpa tu ausencia
en estas horas largas.
El sufrimiento se hace grande en estos labios,
en este cuerpo,
en este ente
que se reduce por momentos
y las fuerzas se le escapan.
Mi vida sin ti está hecha de cristales,
y en las noches nunca llega
esa ansiada luz del alba.
Me vuelvo tan frágil
que me envuelvo entre disfraces
y congelo esas partes de mi
susceptibles de pensarte.
Suelo no estar, suelo no ser,
suelo ahogarme en mis delirios
y nunca sé volver.
Mi vida sin ti es miedo, es hielo,
es agua helada derramada.
Mi vida sin ti es viento que me arrastra,
es un abismo,
es el vacío,
es nada.
Mi vida sin mi vida
es llanto inagotable de fragmentos de un gran drama.
Es canto que en invierno se hace tocar de madrugada
Es aliento que se agota ante la evidencia forzada
Es espanto que se expande en espacios de agua salada
Y me mata.
Me mata mi vida.
Mi vida sin ti me mata.
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