La rabia del poema me llama. La furia del poema me sigue. Yo
no dije que quisiera estar aquí, anclada, muerta de furia y rabia, bebiendo a
sorbos las palabras que todavía no he aniquilado ni engullido, las pocas
fuerzas que me quedan.
Yo no dije que quisiera esta condena.
La rabia del poema me llama. Vendrás tú a buscarme, al campo
devastado de arenas movedizas que me tragan. Al amargo sabor del fango. Y has
perdido las palabras y el motivo. Y has corrido por la boca y por tus siglos. Y
no has encontrado una razón implacable a la que agarrarte. Pero el tiempo te
empuja y te obliga a seguir y a vivir o a quedarte allí tirada, y sabes que
nadie jamás ira a buscarte.
Es el apremio de una vida demasiado rápida para vivirla. Es lo
que nos ha tocado vivir. Es lo que nos queda. Retroceder ya es imposible y
dormirse es morir.
Clama a la noche, esa dulce compañera
Donde todo parece que termina
Donde la ciudad se reconduce
Clama al sueño
A que nadie despierte
Yo solo quiero silencio
Y paz y luna y tiempo y noche
Yo solo quiero silencio
Para escribir a solas
Para no odiarme
Para encontrarme.
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