Me arrojo a un final septiembre desganado.
Mi garganta se hace nudos al lamer las calles
y se me cuela el frío por los pies.
Llega el tren de las siete,
como siempre con retraso,
pero la estación está vacía.
Hoy no lo estoy esperando.
¡El domingo más triste del año!
Las manos se me quiebran de nostalgia
por un pasado cercano pero abierto.
La tienda de las cenas está iluminada
pero nadie compra ya esas dos cervezas.
Me arrojo a un final de septiembre desganado
en el domingo más amargo del año.
El viento me corta los labios, las entrañas
las orejas.
La gente va y viene con maletas
pero ninguna es azul.
Cada minuto pesa.
Me abandono al amor que me proyectas desde lejos
para entrar poco a poco en calor.
La trinchera se ha extendido a otra ciudad,
ha cambiado de color.
Pero en la distancia seguimos resistiendo.
Si yo de pronto me encuentro
muriendo en las calles que ya no caminas
busco tus ojos en la tierra:
pronto trazaremos más rutinas.
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