En el tren interminable
yo pienso en tu noche
y tus ojos
cubiertos de nubes
no entienden del dolor del mundo
que soy yo
el dolor del dios
que soy yo
un olor ebrio de niebla
y de viaje
se adentra como bagaje
y sube.
De lo que fue no era,
de lo que fue no queda.
El quejido de la vía
anuncia
el suicidio o el camino
a la renuncia
opaca
de la vida traslucida.
Romper el cristal
y cortarnos con las migajas
que salten a las cejas
y a las manos y al sol
que se esconde
tras tus engaños velados.
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