jueves, 30 de agosto de 2012

Las injusticias de cada día. (y un escalofrío)

Siempre lo importante para el final. Una vida sentada en el suelo, una vida haciendo su vida en un suelo sucio donde el resto de vidas pasan milésimas de segundo, como una exhalación.
Siempre queda todo para el luego. Los demás, para el luego. Pero el luego nunca es. Pero hoy el luego nunca ha sido. Unos ojos tristes, no de estado sino de Ser. La tristeza como constitutivo de algo, no como momento inevitable, ésa ES la cosa más triste. Unos ojos tristes de repente blancos y cerrados, y a los pies. Tumbados a los pies de quienes ya estaba a sus pies. En el suelo se puede seguir cayendo. Un rostro tan pálido como este folio, como la mano inocente que no existe. Un cuerpo inmóvil. Alguien que pasa por encima: obstruye la entrada. Una silla de ruedas que no puede agacharse más: estira los brazos. Alguien que se inclina. Agua, pide, ¡agua!, exclama. La que hace un momento dudó entre mirar a otro lado o cruzar la calle. ¡¡Agua!!, implora al vacío, a la nada, al silencio, a nadie.  Y mira fuera. Y todos miran fuera. Sin comprender lo que sucede. 
Está en todos. Dentro. En todos.

¡No pidáis agua!: ¡Pedid comida! ¡Que tiene hambre!; ¡Pedid un trabajo!: ¡Que quiere un nombre!; ¡Pedid una casa!: ¡Que quiere un espacio!; ¡Pedid dinero! ¡Que quiere importarles!

Las vidas se van muriendo a nuestros pies.

No pidáis agua, ¡QUE QUIERE SER ALGUIEN!

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