He dinamitado mis ojos hasta no poder más. He anulado mi trayectoria por las vísceras. Lo que no atenta muriendo, lo que no inserta matando. He recorrido las palabras aun sabiendo que estaba ya devastado.
Te echo de menos de no poder más. Te echo en falta de sobrar ausencias. Si anduvieses por el campo, por mi jardín de tierra quemada te darías cuenta de que mi rostro deforme ya no contiene mi nombre. Si te acercases a mí... ¡aunque fuese un instante! no dudarías que este olor repugnante proviene de no verte. Tengo cicatrices visibles en la cara quemada de sombra por cada día que mi olfato está privado de tu olor. Para qué quiero estas orejas si no puedo verte. Para qué estos ojos si no puedo escucharte. Me sobran los dientes de no arañarte.
Ahora me confundo con el vacío que soy yo,
con la lente de paso pesado que alumbra tu ausencia
amo todo lo que nos queda por hacer
amo todo lo que llegaremos a ser
Acaricio mi dolor como si cuidase de un lirio arrancado. No importa el agua ni la luz. Se irá marchitando. Pero es la tarea interminable de cambiar lo que no tiene remedio. Yo he podido saltar esta tapia y huir, correr, a lo más vago de la frontera incognoscible. Pero me quedo aquí, tumbada, custodiando mis pequeñas desgracias.
Y ahora se dinamitan el resto de mis ojos.
Podrías volver aunque fuese en forma de paloma, de hoja, de roca
podrías volver a salvarme de mí
podrías venir a buscarme
estoy bajo esta hiedra que me ha crecido de tanto esperarte
donde nada crece
donde nada cabe.
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