Me he escapado de la cárcel de silencio
y ahora me siento ante mí,
entre un espacio lleno de promesas,
libre de insectos.
Me río amargamente de los sueños
con la cara desencajada,
con el espacio infinito hacia el aliento
contemplo como salen cucarachas.
Las atrapo con las manos.
Quieren huir de mí.
Las encierro entre mis dedos,
las lamo.
Una luz sumida en el anonimato
se cuela entre las cortinas justo a tiempo
para contemplar como ese cuerpo crujiente
se mutila entre mis dientes:
hace un ruido escandaloso
entre la bruma ausencia de la noche
en esta casa que no se ya de quién es,
pero no es mía,
entre estas paredes que ya no me acogen,
entre platos sin fregar.
He de volver,
no puedo escaparme,
nunca me volatilizaré lo suficiente como para aniquilarme a
mí misma.
Ya amo a una sombra
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