Escuchar el silencio
de una habitación pequeña
y el ruido del viento en la persiana
al otro lado luces amarillean la ciudad
y la noche eterna
romper la calma con las palabras
abrir una botella de agua
para esta boca asfixiada y reseca
regar esta lengua para que crezca
ya no sé hablar
ni recitar poemas mas que delante del espejo.
Cerrar los ojos por el propio peso
de unos párpados agotados
escuchar pasos a lo lejos
alguien sale de casa
para quemar las calles
pegarse con alguien
echar un polvo
y volver vacío de madrugada
antes de que los rostros cobren forma.
Atender al latido
tenue y débil
apenas un ladrido
de ese perro que me han negado tener
le hubiese querido
ahora yo soy la perra
que duerme por los suelos
buscando alfombra y calor
algún abrazo en los rincones de lo oscuro
donde nadie tiene cara ni nombre
donde nunca existo ni yo.
Escuchar el silencio
de una habitación pequeña,
tumbarse en la cama,
apagar las luces,
y hacerse correrse,
es haber vuelto mil veces de la guerra.
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