miércoles, 31 de julio de 2013

El amor permanente

¿Dónde está el amor?

La gente dice que se apaga.

¿Dónde está el amor?

Siempre se dice que se acaba
como un fuego que se extingue
como la vela consumida
como la lluvia en la tormenta
como el agua.

Al principio hay una masa,
una cantidad ingente
que sube a borbotones por la boca
desde la tripa y la garganta

y luego,
nada.

Al principio hay una magia
en la que nunca se ha creído
tras la extinta infancia

una inocencia que vuelve
un perdón a la vida
un temor a la muerte.

¿Pero dónde está el amor por el camino?

Se va perdiendo a cada paso,
se va extinguiendo.
Se adormece entre las tardes,
se va escondiendo en los rincones.
La maleza lo atrapa, lo araña, lo absorbe.

Se relajan las miradas y los cuerpos
comienzan discusiones

y el amor muere como una margarita
cuyas hojas se han ido arrancando
sabedoras de su existencia finita.

¿Dónde está el amor?
Solo al principio

y luego, y luego

resignarse a la ternura
reducirse al cariño.

¿Dónde está ese amor?

Mi Imaginario y yo.

Si este fuego incendia el bosque,
arrasa cada trampa
y todas las dificultades
y cada día crece más y no se apaga
por más que se alerta:
¡desalojen sus casas!

Si este agua que se expande
nos inunda las mañanas
ni se seca ni se ahoga:
es un mar lleno de calma.

Si esta magia se contempla
en admirable fuera de sorpresa

si tú eres tuya,
y yo soy mía,
no hay trampa alguna:
somos siempre libres juntas.

Y el amor nos va creciendo siempre en el camino

¿y qué es eso sin abismo?

La inagotable ilusión que sentimos
al contemplar nuestro amor cotidiano.

Ese sentimiento tan continuo
que no puede no estar.

El amor siempre se nos crece
como una margarina in-deshojada permanente.




Progresos dentro de mi voz muda

Intento llegar a ti.

-Pensarás que ya estoy dentro-

Pero no.

Intento llegar a ti

Desplazando el mayor número posible de silencio.
Tienes que saber que,
de entrada,
antes incluso de que empiece la partida

nuestro equipo siempre gana.

Y al final

Y al final
la felicidad era esta calma y no aquel drama

esta tranquilidad y nuestra casa

tus ojos, tu rostro y mi espalda
tus besos, tus brazos, mi caos.

Y al final
la felicidad era esta calma

esta calma, y nada más.

La nostalgia de ti es lo que sé del infinito

Te echo de menos y aún no te has ido.

Te extraño hasta desconocerme.
Te extraño tanto que te invento
y disuelvo la luna
acomodando en su lugar  tu recuerdo.

Hemos ido creciendo y ahora
no me cabe el corazón en este pecho
tan pequeño y tan sincero
que no quiere que te marches de su ciudad

porque las calles se quedan tibias y mojadas
pelean entre ellas para que vengas

te llaman aullando a tu rostro que preside los cielos.

Te echo de menos y aun no te has ido.
No recorreré ya más esa larga avenida
bajo un sol pegajoso intentando derrumbarme.
Ya no habrá más bajadas hasta ese barrio
en el que soñamos vivir juntas alguna vez.

No habrá más capítulos por este verano.

Te echo de menos tanto que me extraño.

Los madrugones para un desayuno escaso
tras las noches sin ti.
Remolonear en el sofá convertido en casa
tras las noches en ti.

Las curvas de mi cuerpo proyectadas en tu espalda,
tus gruñidos nocturnos,
mi pereza acumulada.

La guitarra que amontona polvo,
la pared de tu habitación renovada.

El helado derretido,
como los hielos olvidados,
las películas de drama
que nunca hablarán de Nosotras.

Los paseos y los besos bajo temperaturas criminales

Las ventanas abiertas por la noche.

Las sorpresas de limpieza
las tardes que se alargan en cerveza.

Echo de menos todo lo que hemos hecho
como recuerdos que se almacenan
en ese rincón de la memoria

donde se guarda todo aquello que merece la pena.

La libertad era eso

Hace tiempo que tengo una sospecha:
tú fuiste escrita para que te amase.

Tú fuiste escrita en braille
para no nombrarte.

Solo los dedos que se acercan a ti,
a tu calor de eterno enero,
pueden conocerte de verdad.

Tú fuiste escrita para recitarte.

Tú, creada para que te escribas
para que te inventes,
para que decidas.

Tú, cifrada con lenguaje propio
voy amando tus palabras
leo en tus gestos lo que entrañas

y crece mi sospecha
más real y más certera

de que yo soy esa poeta que vive
de tu verso y de tu cuerpo sedienta,
que aspira a recoger lo incomprensible
que ansía atesorar lo incognoscible…

Y que tú eres mi inasible,


Y que tú eres libertad.

sábado, 20 de julio de 2013

Desvelando el machismo cotidiano

Nada más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en un bar o en la calle dirigiéndose a ti con algún comentario. Mi caso más próximo, ayer por la noche. Es nuestro pan de cada día. Es la vida cotidiana de la mayoría de las mujeres. Aunque por lo visto solo nos molesta a las feminazis… claro, somos unas radicales.

Nada más habitual y cotidiano que unos machirulos gritándote cual bestias, invadiendo tu espacio, un espacio del que tienes derecho a disfrutar a tus anchas sin que nadie tenga que molestarte, solo porque sienten que tienen el poder y la legitimidad de hacerlo.

Me pregunto cuántas mujeres interpelan a hombres por la calle para hacer comentarios de su aspecto físico. Cuántas van a tocarle el cuerpo a cada hombre que se cruzan por la calle y que va sin camiseta, que por cierto ahora en verano es un hecho de lo más habitual que no constituye ningún tipo de espectáculo.

El cuerpo masculino es lo neutro. El hombre es el Hombre, es decir, el ser humano. El cuerpo femenino siempre denota y significa sexo. Objeto sexual que esta ahí a disposición del macho ibérico de turno para poder ser mirado y contemplado como una cosa bonita que hay que valorar. Y la puntuación de la exhibición se emite, por supuesto, en voz alta, puesto que todo aquello que es pensado por un hombre tiene valor por si mismo y es legitimo transmitirlo. Los comentarios pueden variar, desde "guapa", "vayas tetas" hasta frases hechas de lo mas populares. En cualquier caso, tu cuerpo (no Tú como Sujeto) camina por la calle, un espacio de todas, a disposición de todo tipo de valoraciones. ¿Y quién es nadie para interpelarme y decirme cosas sobre mí, y pensar además que su opinión me importa?

La reacción más habitual de todas las mujeres que sufren este tipo de machismo es la no reacción. O un silencio o, incluso, una contestación halagada. Lo que se dice un seguir la corriente. Di que si. Es nuestro próximo eslogan ¡Síguele el rollo al machismo!

De modo que, los machirulos no solo se sienten con poder y legitimidad de emitir un juicio valorativo de cosificación sobre ti sino que las mujeres también sienten que ellos están en su derecho de hacerlo. Quédate calladita, sonríe y aprieta un poco el paso por si acaso. Pero déjalos, porque ya sabes… "son hombres."

¿Qué pasa cuando una mujer ha acogido nuestro “ninguna agresión sin respuesta”? Se girará, se detendrá y le contestará un comentario cortante. He estudiado largamente el comportamiento machirulesco en todas las ocasiones en que esto me ha sucedido, y no han sido pocas. Su reacción es siempre la misma: un silencio repentino, una expresión de sorpresa, unos ojos desorbitados…: “¡las mujeres hablan! ¡tienen voz propia! son… no puede ser… si, ¡son personas!”

Tras este magnifico hallazgo algo no acaba de encajar del todo: “esto es inconcebible, una mujer que se precie no solo no te rebate y reclama su espacio y su derecho a caminar libremente por la calle o bailar por el bar, sino que además te sonreirá, agradecida, de lo que solo ha sido un "inofensivo" piropo. Estas contestaciones no las hacen las mujeres. Esto que tengo delante no es una mujer verdadera. Solo puede ser una…”

Y aquí viene la palabra que rompe el silencio cortante que se ha creado:

-¡bollera!

¡Como son estos machirulos! No saben que nos están empoderando al poner de manifiesto que la palabra bollera tiene un sentido político. No saben que vacían de contenido la palabra lesbiana como "mujer que desea a mujeres" y la resignfican, definiéndola como toda aquella mujer que se revela contra la opresión patriarcal combatiendo actos de machismo diario.

Nada más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en un bar o en la calle dirigiéndose a ti con algún comentario. Ninguna prueba más eficaz para analizar el machismo que nos afecta a todas y permanece velado. Ninguna forma mejor de comprender que el feminismo es nuestro espacio.

miércoles, 17 de julio de 2013

¿Por qué ser feminista?




El feminismo no está de moda. Existe desde que las primeras mujeres del s. XVIII fueron conscientes de la situación opresiva que ocupaban en su sociedad y se decidieron a tomar la palabra: privada y acallada en esa y todas las culturas desde siempre.

Lo que hay ahora es una nueva forma de feminismo que se extiende y se levanta. Asistimos a una gran oleada de feministas en red que abren sus cuentas enfurecidas y arrojan toda la rabia que llevan dentro de sus coños a Internet. Y esta palabra escupida entre las teclas es leída, tomada, retwitteada y compartida por una gran cantidad de mujeres que a su vez se levantan. Es nuestra nueva forma de denuncia y toma de conciencia en la cultura de las redes sociales.

Esa palabra es también distorsionada, insultada y malentendida.

Hoy me he detenido un momento a preguntarme el por qué de esta difusión tan tramposa y manoseada de nuestra lucha legítima, por qué las críticas a nuestro discurso, en especial de muchas mujeres, en vez de la unión a nuestras filas. Por qué el desprecio al feminismo en sí, sin tan siquiera un pequeño acercamiento a un libro, un asomarse a algún artículo para enterarse de lo que se está debatiendo hoy: de lo que tenemos entre manos aparte de una situación opresiva que nos desgarra.

He decidido volver a los orígenes. Ir a las bases, aclarar lo inaclarado y dado por supuesto, y por este motivo siempre malentendido y cuestionado. He considerado ir a la primera pregunta que todas las que estamos ya en la trinchera damos siempre por sabida, pensando, en un ramalazo optimista que me ha entrado en el cuerpo, que este rechazo solo puede venir del desconocimiento más absoluto sobre qué es el feminismo.

¿Por qué ser feminista?

El feminismo es ese espacio que se abre entre el machismo que lo ocupa todo. Ese lugar de resistencia y lucha donde poder respirar ante el patriarcado que oprime, ahoga y asfixia.

Una mujer que se declara feminista no es una mujer que odia a los hombres, no es una mujer histérica, radical, sin humor, exagerada. No es una feminazi.

Una mujer que se declara feminista es una mujer que comprende que, en una sociedad machista, patriarcal, heteronormativa y paternalista no puede ser otra cosa: no puede emerger como sujeto real y efectivo de ninguna otra manera. Porque ser una mujer no feminista en un mundo de hombres implica ser lo Otro de lo Uno que es el Hombre, es decir, estar definida por ellos, desde fuera, no ser realmente un sujeto, sino un objeto del patriarcado, considerada como tal para los intereses y el disfrute del sistema opresivo.

Una mujer que no se considera feminista es una mujer no empoderada, carente de una posición desde la que poder luchar, falta de conciencia de que forma parte de una minoría, equivalente a las minorías trazadas por la raza o la orientación sexual.

Una mujer que no solo no se considera feminista, sino que rechaza el discurso feminista, y nos llama feas, peludas, gordas, malfolladas, es ser una persona que no ha entendido absolutamente nada.
Las personas que critican y rechazan el feminismo solo están poniendo de manifiesto su ignorancia, su desinterés y su falta de responsabilidad por el mundo y la cultura en la que viven.

El feminismo es ese único lugar desde el que las mujeres podemos tomar la palabra y reivindicar todo lo que es nuestro y siempre se nos ha privado: nuestro de verdad, no nuestro en relación al hombre.

No hay un feminismo. El feminismo no es dogmático. El feminismo no es una religión. El feminismo es algo cotidiano, vital, del día a día. Es ese único espacio de un ático donde puedes estirarte por completo, ponerte de pie cuan alta eres sin darte contra el techo: el resto de la estancia, donde tenemos que avanzar agachadas y mirando al suelo, constituye el patriarcado. ¿Y qué es el patriarcado? Nuestra sociedad y nuestra cultura: nada más.

Una mujer consciente de su pertenencia a un grupo minoritario, que ha detectado toda la injusticia, toda la opresión y violencia que soporta encima todos los días, una mujer que se indigna por esto, que sufre por ello, una mujer a la que se le impide la libre actuación y movilidad por ello, una mujer responsable con el mundo en el que vive que ha detectado que su cuerpo y su identidad no son razones ni motivos de peso para sufrir toda la violencia que sufre… es una mujer que comprende que esta sociedad no le concibe sino como objeto, y que desde el feminismo puede constituirse como ser con existencia propia, autónoma, real e independiente.

Dentro de la teoría, hay muchas corrientes de pensamiento feminista. Dentro de la práctica, hay tantos feminismos como mujeres feministas hay en el mundo. Porque cada mujer que lucha por devenir sujeto siente, sufre y vive su discriminación y su opresión de una manera distinta, y todas pensamos en ella, cada una desde nuestra posición, nuestras categorías, nuestra vivencia.

Ser feminista no es tomar un discurso perfectamente redactado y aprendido de memoria para reproducirlo hasta vaciarlo de contenido. No hay diez reglas para ser feminista, un top ten de la lista morada del día. Ser feminista es hablar por ti misma. Por eso mi Yo, mi Ser, este nombre desconocido e ignoto, que no es famoso ni pretende serlo, se siente con el derecho de empezar a teclear y escribir lo que piensa. Por eso todas las mujeres feministas que han tomado Internet con cuentas falsas o nombres ingeniosos, y escriben todos los días sus preocupaciones, sus luchas y sus indignaciones, se sienten en la legitimación para hacerlo. Porque el feminismo es darle sentido y voz a tus palabras, y hacer que tus ideas, forjadas por la vivencia y la evidencia de una posición inferior dentro de la cultura patriarcal, cobren aliento y queden reflejadas.

Alguien las leerá. Mujeres del mundo las leerán. Mujer feministas se acercarán a ellas, ávidas y sedientas de nuevas declaraciones de personas desconocidas como ésta que escribe estas líneas. Y en ese tomar conciencia y palabra individual, en esa lectura de vivencias particulares comprenderemos que no estamos tan lejos unas de otras, que la opresión se repite en todos los cuerpos, y que al leer un suceso de micromachismo cotidiano y velado no es en realidad una anécdota puntual, sino algo que hemos vivido, idéntico o muy parecido.

Se va formando una conciencia de feminismo global, que empieza desde una misma: desde el acto heroico en lucha de ponerse a si misma un nombre.

Avanzar en nuestra lucha y nuestra toma de palabra y responsabilidad con nuestra vida y nuestra causa, hasta  llegar al punto de toparnos con una crítica al feminismo procedente de una voz femenina y declarar:

¿Una mujer no-feminista? Imposible. Eso es un animal mitológico del patriarcado.

martes, 16 de julio de 2013

Mi primera declaración de principios antiespecistas



Me corre la sangre por las entrañas. Me pesan los cadáveres ingeridos. He vuelto a mirarme desde dentro. He comido tantas vidas, devorándolas con gusto, atracándome con ansia, que ahora, de golpe, se me indigestan. Y me asfixio en la inquebrantable seguridad de haberme teñido a mí misma de la crueldad más inabarcable.
He tomado por objetos y medios para mi propio fin Seres que sienten el mismo dolor, terror y hastío que siento yo día tras día. He utilizado vidas para atender privilegios y caprichos. Por demasiado tiempo. Porque la cultura me arroja a ello. Porque el pensamiento dominante, al que hace tres años reté a un duelo a muerte, no solo es machista, racista, clasista, capitalista, homofobo, heteronormativo… es también especista. Y mi amenaza ya se extiende a esta etiqueta tan despreciable.

Me corre la sangre por las entrañas. He vuelto sumergida en todo lo que queda dentro. Gritos, quejidos, gemidos, cacareos, gruñidos que se extienden en las horas largas y oscuras de cuatro paredes y una techumbre muy alta. Cuerdas, barrotes, jaulas. Sufrimiento que trago sin asimilarlo, igual que otros engullen sin procesar nuestra cultura de machismo cotidiano y velado. Igual de condenable. Igual de nocivo y de grave.

Me hierven las palabras. Podría seguir devorando la injusticia como si fuese parte de mi naturaleza, pero ya sabemos que la naturaleza, en nuestra cultura, no existe. La Naturaleza ha muerto: la hemos matado nosotros.

Podría seguir disfrutando de mis privilegios como ser humano, igual que puedo seguir disfrutando de mis privilegios por pertenecer a una clase acomodada, o los que me otorga el hecho de ser blanca. Pero también soy mujer y lesbiana, y sé lo que es estar unas escalas más abajo en la jerarquía de la opresión. Y sé lo que es que te devoren con los ojos y te maten con palabras por habitar en los márgenes. No puedo seguir contribuyendo a este genocidio incontrolado, a este sadismo incuestionado, a esta crueldad aceptada como ley de vida o cadena alimenticia. ¿Y las muertes de inanición, son ley de vida? ¿Y la violencia de género es ley de vida? ¿Y las palizas homofobas son ley de vida? ¿Y el sufrimiento por discriminación racista es ley de vida?

Los animales no están en los márgenes, ni siquiera en el extrarradio: están en las tiendas, en los circos, en los platos. Están en las jaulas, atados con cuerdas, esperando que un cuchillo, empuñado por mano humana y despiadada, que siente su legitimación para hacerlo, se clave en su garganta, y su sangre se desparrame inconteniblemente por un suelo que se va tiñendo del color de la injusticia más acallada e incomprendida de nuestra sociedad inhumana.

Los animales, hoy, los animales, siempre, son cosas. Pero las cosas no sufren. Y aún así, nosotros, perfectos peones del capitalismo más insertado en nuestra identidad disgregada, sufrimos más por las cosas que se estropean que por los animales que mueren. No mueren. Los asesinamos. Miles y miles: cada día.

Es una auténtica matanza sólo por capricho. Es un verdadero holocausto. Un exterminio. Un sinsentido.

Me corre la sangre por las entrañas y la rabia por la voz acumulada en la garganta. He recorrido largas páginas dolorosas, declaraciones escalofriantes, imágenes repugnantes, lágrimas latentes. He despertado. Mi indiferencia aprendida se ha roto. Mi pasividad se ha pulverizado.

No hay límite ni trazo: un animal muerto es un asesinato.

martes, 9 de julio de 2013

La diagonal perfecta de mi ser

Destrozos en la piel una ávida tarde de sangre mugrienta. He podido volver justo a tiempo para asegurarme de que ya no había nada. Pero de dónde volver cuando el hogar se ha derrumbado, y solo queda un agujero lúgubre por el que un día asomaron mis piernas antes que mi cabeza. Cuestión de despojo o de atuendo. He podido llamar a la luz y ahora temo cegarme en esta locura que me atraviesa la sangre y las venas y las ramas azules. Estoy describiendo el cuerpo, un cuerpo crujiente y vacilante que se humedece con el paso del tiempo y de mas cuerpos, de las curvas que invoca y que recorre. dentro y fuera. dentro y fuera. he perdido el mapa de tus pechos enroscados en unas manos demasiado rápidas para ser mías, y podría seguir volviendo a pensar que este es el lugar del amor sin tan siquiera vacilar en el intento. tal vez porque soy yo o porque ya no hay, pero esta tarde convertida en noche se esta extendiendo mas de lo que nadie puede imaginar. me crujen las entrañas como a un león hambriento. tengo sed de un beso mas largo que el cruce del océano. el oleaje me acerca y me aleja en el mismo movimiento. la espuma me cubre las tetas.

la niña muerta osa mirarme en esta calma incomprensible, y yo soy todo lo inefable. tal vez si no hubiese tanta crueldad no podría escribir sobre el mundo, sobre esa pelota redonda deshinchada con la que no se puede jugar y siempre se cuelga en alguna rama. creo que la locura vuelve y me abandono a ella. escribo con los ojos cerrados. escribo con los ojos abiertos. escribo con los ojos. te muerdo con los besos. te hablo con los dientes. te abro con los dedos.

no. ya no. o si o no o si o no. si. no. este es el recorrido que todo el mundo hace dentro de su mundo. la fachada es muro. el muro se ha vuelto río. el río se ha vuelto agua estancada embadurnada en salud, sudor y sexo frío.

demasiado dinero por dinero.

he pensado que sola, así como me encuentro, sola y desnuda entre esta casa ajena, podría levantarme sobre estos pies descalzos y empezar a llamarme por algún nombre ridículo. de esa manera, al mirarme en el espejo, descubriría una ficción, una risotada, una humorada del vivir tan exacerbada que al volver al mundo real no podría sino sonreír en vez de llorar, y se acabarían los sufrimientos tan prolongados y las caricias tan cortas, y los alivios tan rápidos y los polvos tan al descubierto, y los besos furtivos y los silencios tan tensos. no se, tal vez es que estas lejos, estas lejos como el mosquito en esta tarde dualista llena de colores sucios y sombríos y yo me tambaleo inconmensurablemente entre mi derecha y mi izquierda, siguiendo un baile al ritmo lento de las teclas golpeando y rompiendo la calma de la tarde que ya muerte. sudo como si estuviese haciendo un esfuerzo enorme. sudo como si te estuviese follando. pero solo estoy follando la palabra, el verso, el poema. estoy penetrando las palabras. quieren mas. todavía quieren mas. mas dentro. sigo respirando.

un alivio atronador resuena en la puerta cuando llaman. ¿quién es? y llaman ¿quién es? y llaman. ¿y quién es? y ya no llaman. solo hay llamas encendidas. y eran las voces mutiladas de todas las que he sido, de cada uno de mi Ser multiforme característico que no puede volver si no es de espaldas, sin mirarse directamente a la cara. porque entra en un colapso parecido a un precipicio, en un dolor arrancado parecido a una piedra que se desprende del acantilado y cae
                                                    cae
                                                            cae
                                                                    cae
                                                                            cae
                                                                                             en una diagonal perfecta que es mi ser indiscutible
                                              en una inmensidad desierta que aparece

Puedo terminar o no. Puedo seguir o no. Puedo seguir haciéndole el amor a las palabras de una manera furiosa y crepitante, caliente y angustiante, furtiva, rápida, feroz, voraz, eficaz, dudosa, principiante.
Puedo guardarme aliento y parar, puedo seguir y morir ahogada. voy a seguir y a morir.

me duelen los dedos. de escribir follando. ahora tendría que volver a empezar despacio. como si todo empezase de nuevo. como si, tras esta tormenta aislada en la habitación sin tiempo, volviese la calma, el ojo de un huracán tuerto,

mírame

pero mírame mejor. mírame mirando, no viendo, mírame sabiendo. cuando no puedo mas invoco tus pestañas y se me pasa un poco. invoco tus pecas y me refugio, pero ahora estas lejos y solo puedo seguir con este dolor agudo que tengo entre los dedos. no corrijo. solo sigo. si me equivoco no importa. si me impaciento no me detengo, sigo, sigo, sigo, sigo en este escribir frenético, en este deslizarme por las palabras como si fuese un tobogán, una colina llena de nieve, espero impaciente el alud que me entierre, que me sepulte, que me aniquile, que me calle.

pero no viene. y sigo. el reloj vuelve a sonar, dan las campanadas. son las diez en todos los relojes del mundo. todavía no dan las doce. pero pronto vendrás.
no entiendo el huerto que tengo debajo de esta casa desconocida. ni se cuanta gente ha pasado por este sofá. cuanta gente ha hecho el amor aquí arriba. quizá algún poeta follando palabras ha estado justo aquí, donde yo me encuentro, y ha buscado esa palabra, la palabra la rima el trazo el verso el proverso el anteverso su antebrazo enrojecido sus dedos gastados sus palabras mutiladas su inspiración devastada su rostro pulverizado y sus ojos llorando llorando llorando. hay que llorar para ser poeta. y sino eres tal vez otra cosa. tal vez un gusano aplastado por la suela de un zapato demasiado grande, como todos los que están ahí arriba, como todos los que nos roban. a mi me han robado la cordura el poema las palabras. a mi me han robado la ropa. ahora estoy desnuda. y me pavoneo como un actor en el escenario sabiendo que todo el mundo le mira. sabiendo que de no serlo a serlo ira tan solo un tramo, un gesto, un abrazo. tal vez si se quita el disfraz. tal vez si me quito el disfraz de mi piel encuentre kilómetros de sangre y podría empezar a arder, podría absorber todo el jugo que tengo dentro y alimentarme tan solo de lo que soy, sin tener que pisar a nadie, sin tener que llorar de rabia para poder sanar y escribir algunas tristes y pocas palabras. solitarias.

yo tenia que aprender a leer mucho antes que a escribir pero mi voz no se entiende, mi voz solo se acumula y manipula en función de los trazos y los tramos y ahora ya he recorrido demasiados. así que seguiré caminando.

me voy balanceando en esta interminable suplica de preguntas y de que vengas. yo creo que vendrás. y no estará la cena hecha. me sonrío de pensarlo. la humorada de vivir se me extiende demasiado entre mis piernas no depiladas. ahora tengo que hacer algo, lo que sea, pero me muero de calor. visto de cenizas.


Te estoy escribiendo poemas por si vuelves
nombrarte es llamarte
escribirte es danzar entre tu cuerpo para que vuelvas.

Te estoy escribiendo poemas por si amanece
en este cuerpo que ya es noche
en este sol que ha explotado y que ya arde

hay demasiadas mentiras en el mundo
demasiados llantos
demasiadas ficciones

De cuando dos torres se cayeron por culpa de dos aviones.

Y yo pregunto

en un mundo de mentira, simulacro y teatro

cuánto de mí es real.

Cuando se me acaben las palabras no existiré nunca más.
Me acompañan unas cerezas
tiernas y ácidas
que resbalan tranquilamente por la garganta

Tira de mí una angustia inclasificable
Parecida a la calma inquebrantable de la noche

Podría ser peor
podría pensar que soy así de entrada.

Mis ojos gastados se van empañando
se recubren de una película dorada
parecida a la capa de polvo acumulada en mi guitarra

Algún día volveremos a ser
Vendrán a sonar las cuerdas rotas y parecerá algo.

El pájaro ha volado justo a tiempo
en el momento exacto
cuando la cereza se sumergía en el agua
y yo no era yo
sino un cadáver cubierto de flores y hierbas muertas

Mi ser-espantapájaros:
así es como llega la soledad.

Es un campo de matojos acumulados
donde antes había una casa y una escalera
nunca está en su sitio y me perturba
pero ahora está enterrada y eso no importa.

Resbala mi saliva intranquila por mi garganta
Estoy al acecho y no sé de que
Y no se por quién
Pero algo pasa

Está pasando y pasará

Algo malo pasará siempre

Pero intenta no agotarlo todo

Intenta no abusar de nada:
Sobre todo del dolor.

Piedras muertas piedras pesadas
Piedras clavadas en los zapatos
El camino se extiende y se encoge
Lo veo y no lo veo
Como un iceberg que oculta todo lo demás

Lo sumergido no lo sabe nadie
Lo enterrado de la vida

La tierra tierna donde descansa la vida cuando es muerte.

Oigo pasos y no son los tuyos
Me gustaría que vinieses ya
Aunque fuese en sueños
Aunque te comieses todas las cerezas

Oigo pasos y no son de nadie


La tarde muere.

La transparencia de mi en ti hallada

Hay unas palabras que se me escapan dentro del corazón.
Hay unas palabras que se intuyen, ávidas, entre las comisuras
Pero no llegan a salir
Porque falta valor o porque eso no existe.

El aire viciado de este cuarto de estar solitario me acaricia el cuerpo desnudo. Mi piel me arde. Es como un melocotón demasiado maduro. Como una manzana que ya ha caído y espera a ser recogida, cogida y mordida. Desea ser lamida aunque sea por alguna perra hambrienta que en aquel momento pasea bajo el manzano, rastreando alimento, buscando algo de sombra. Sombra que proyectan las ramas de mis brazos, intentando despojarse de este calor pegajoso de julio que me seca por completo, me desgasta y me expande. Quiero morderme a mi misma en un baile nocturno dentro de un caparazón demasiado vacío. Donde pueda caber realmente. Donde ninguna parte de mi quede fuera, olvidada, desterrada, buceada irremediablemente en la terrorífica oscuridad de la noche.

Mi cuerpo desnudo siente su propia piel. Mis pechos avanzan por el espacio vacío, ganándole terreno, poderosos y sombríos, queriendo liberar tensión y quemaduras, calor y nerviosismo acumulado. Espero impaciente en este sofá deshecho y gastado, manchado de azul y blanco. Espero mordiéndome el labio.

Hay unas palabras que se me escapan dentro del corazón. Creo que porque no las digo. Pienso que porque no he llegado a escribirlas. He vaciado el sentido de las palabras más manoseadas. Ahora tengo que inventarme más. Pero no ha habido tiempo hasta ahora. Ahora es el momento. Es nuestro momento. Es nuestro verano lleno.

Te espero en nuestra casa rompiendo el silencio de la calma estival con mis palabras, están mordisqueadas como quiero morderte los pezones y las pecas en cuanto entres por esa puerta.

Ahora deshago lentamente los rincones, y escarbo como en una excavación arqueológica, profesional, desesperada, alguna idea, alguna idea triste y lucida que haya pasado inadvertida por mi cabeza, mientras yo recorría una lectura dura, cálida y sosegada entre estas horas que ya pasan. Esa idea que me lleve a volver, esa idea que me impulse, como motor de cambio, como alivio, como ruido tras este tiempo de silencio inquebrantable que genera de forma irremediable la obligación, el instrumentalismo y el dogmatismo.

Ahora quizá podría empezar a ser yo. He abrazado una posibilidad valiente y devastadora, podría seguirla por este camino tortuoso y daría igual si muriese antes de llegar a  ese final que no se atisba nunca por completo. De eso va la vida. O al menos eso creo.

Estoy saboreando estas palabras como jugo dulce de la fruta o de tu cuerpo que extraigo lentamente, recreándome en el proceso, y no me importa terminar. Lo absorbo con una sonrisa despiadada, sabiendo que el tiempo es mío, que el calor es mío, que el hueco es tuyo y me lo alquilas por un rato, que el alimento es tuyo y yo solo soy la hambrienta que te suplica para que le des un poco más y no le rujan las entrañas. Te tengo demasiadas ganas.

La poesía es como un nombre, callado y conciso, que atisba el día a día por sus ventanales, y si sale es para abrirlo, y si sale es para hundirlo, gastarlo, vivirlo, aprovecharlo, esa sucesión infinita de días que se repiten y siempre son el mismo, y en la repetición está el cambio, y en la aliteración el desconcierto, y en la metáfora esta el beso. Y en el hipérbaton el verso. Y en la hipérbole tu cuerpo.

Ahora esperaré a decir lo que no he dicho sino con mis pies descalzos.

Desde que me mudé a tu cuerpo, desde que hice ese traslado infranqueable hasta tus pecas, llevando a cuestas solo lo puesto, todo lo que pude llevarme que era poco: una mirada difusa y unos años infantiles; desde que empaqueté todas mis taras y mentiras para no llevarlas nunca hasta tu casa, no he querido salir de este lugar que tú has reservado para mi, de este hueco que me has hecho entre tu vida y tu sonrisa: apenas mitad de una balda en el armario para libros y una plaza en el baño para mi cepillo.

Este lugar modesto y colmado de tu amor se ha convertido en un hogar al que me es imposible renunciar, y no porque me haga feliz: cosa indudable, y no porque ordene lo cotidiano de mi, el día a día, mis horas, mis hábitos, mis planes, mis costumbres; y no porque llene este tiempo que siempre me ha sobrado y nunca he sabido emplearlo; y no porque no solo lo llenes sino que me enseñas como aprovecharlo, siempre al máximo… sino porque saca, no solo lo bueno, sino lo verdadero de mi.

Porque despoja todas las máscaras, todo ese elenco de disfraces que tengo colgados dentro de mí, en perchas perfectamente distribuidas y ordenadas, para cualquier situación y ámbito en el que me encuentre. No solo los desecha, sino que los quema, y no brota jamás la necesidad de recurrir a ellos, de cubrir la pureza de mi con ninguno de esos maquillajes fingidos aplicados en mi rostro para dar lo que el mundo espera exactamente de mi, que en ningún caso es lo que yo soy, para que los ojos vean en los míos lo que necesitan de mi: que no es en ningún caso lo que yo puedo dar, sino que siempre es algo mucho más bajo de mi misma y habitualmente denigrante.

En ese hueco que me has dejado dentro de ti, yo puedo ser yo, en mi existencia pura y verdadera, mi esencia más leal, compañera y triste, sincera y valiente. Mi Yo puede pasearse descalza y desnuda por ese lugar que tú tienes para mi, sencilla y tranquila, y jamás pretende aparentar que es más o es menos de lo que es en realidad.

Y lo que más calma otorga a este hogar que has construido para mí es que mi existencia sabe que solo puede ser amada cuando es ella de verdad. Cualquier cara ocultada o fingida no es bien recibida en tu casa.

Transparente y relajada, mi existencia descansa en el sofá, deambula por la casa, estudia en voz alta, lee por placer, muerde el placer en solitario y acompañada, cree en su lucha y en su causa, siente que tiene valor, que sus palabras suenan, que sus ideas valen, que sus miradas tiemblan.

Valiente, poderosa, débil y agitada, callada, tímida y loca, mi existencia es siempre ella cuando se refugia en tu casa.

Por eso no he sabido de mi nombre. Por eso no he sabido del reflejo. De este rostro que tantas muecas ha lucido, que tantas mascaras ha comprado y tantos disfraces vestido. No he sabido nada de mi vida, de mis palabras ni de mis días. Apenas que yo era una sombra, una masa amorfa moldeable, un camaleón adecuado a las situaciones, una persona aceptada no por lo que era, sino por lo que se esforzaba en pretender ser. En cada ámbito una voz, en cada espacio una mirada, en cada sitio un lugar, en cada tiempo una forma de pensar distinta, una lucha acabada, una palabra abandonada y enmudecida para siempre, carente de valor.

En cada momento una continuada y triste mentira.

Hay unas palabras que se me escapan dentro del corazón.
Hay unas palabras que se intuyen, ávidas, entre las comisuras

Me he mudado al lugar de ti. No quiero salir porque fuera no existo. Solo existe lo que hacen de mí. En ti no soy mitad. Soy un todo que se despliega y se expande, que muestra todas sus facultades, y nunca teme tomar la palabra y que caiga al vacio, y nunca siente el peligro inminente de un sentimiento de menosprecio y hastío.

Tú eres ese lugar en el que yo puedo ser yo sin simulacros y nunca cabe el rechazo.


Para mí eso es el amor.