Lo que hay ahora es una nueva forma de feminismo que se
extiende y se levanta. Asistimos a una gran oleada de feministas en red que
abren sus cuentas enfurecidas y arrojan toda la rabia que llevan dentro de sus
coños a Internet. Y esta palabra escupida entre las teclas es leída, tomada,
retwitteada y compartida por una gran cantidad de mujeres que a su vez se
levantan. Es nuestra nueva forma de denuncia y toma de conciencia en la cultura
de las redes sociales.
Esa palabra es también distorsionada, insultada y
malentendida.
Hoy me he detenido un momento a preguntarme el por qué de
esta difusión tan tramposa y manoseada de nuestra lucha legítima, por qué las
críticas a nuestro discurso, en especial de muchas mujeres, en vez de la unión
a nuestras filas. Por qué el desprecio al feminismo en sí, sin tan siquiera un
pequeño acercamiento a un libro, un asomarse a algún artículo para enterarse de
lo que se está debatiendo hoy: de lo que tenemos entre manos aparte de una
situación opresiva que nos desgarra.
He decidido volver a los orígenes. Ir a las bases, aclarar
lo inaclarado y dado por supuesto, y por este motivo siempre malentendido y
cuestionado. He considerado ir a la primera pregunta que todas las que estamos
ya en la trinchera damos siempre por sabida, pensando, en un ramalazo optimista
que me ha entrado en el cuerpo, que este rechazo solo puede venir del
desconocimiento más absoluto sobre qué es el feminismo.
¿Por qué ser feminista?
El feminismo es ese espacio que se abre entre el machismo
que lo ocupa todo. Ese lugar de resistencia y lucha donde poder respirar ante
el patriarcado que oprime, ahoga y asfixia.
Una mujer que se declara feminista no es una mujer que odia
a los hombres, no es una mujer histérica, radical, sin humor, exagerada. No es
una feminazi.
Una mujer que se declara feminista es una mujer que
comprende que, en una sociedad machista, patriarcal, heteronormativa y
paternalista no puede ser otra cosa: no puede emerger como sujeto real y
efectivo de ninguna otra manera. Porque ser una mujer no feminista en un mundo
de hombres implica ser lo Otro de lo Uno que es el Hombre, es decir, estar
definida por ellos, desde fuera, no ser realmente un sujeto, sino un objeto del
patriarcado, considerada como tal para los intereses y el disfrute del sistema
opresivo.
Una mujer que no se considera feminista es una mujer no
empoderada, carente de una posición desde la que poder luchar, falta de
conciencia de que forma parte de una minoría, equivalente a las minorías
trazadas por la raza o la orientación sexual.
Una mujer que no solo no se considera feminista, sino que
rechaza el discurso feminista, y nos llama feas, peludas, gordas, malfolladas,
es ser una persona que no ha entendido absolutamente nada.
Las personas que critican y rechazan el feminismo solo están
poniendo de manifiesto su ignorancia, su desinterés y su falta de
responsabilidad por el mundo y la cultura en la que viven.
El feminismo es ese único lugar desde el que las mujeres
podemos tomar la palabra y reivindicar todo lo que es nuestro y siempre se nos
ha privado: nuestro de verdad, no nuestro en relación al hombre.
No hay un feminismo. El feminismo no es dogmático. El
feminismo no es una religión. El feminismo es algo cotidiano, vital, del día a
día. Es ese único espacio de un ático donde puedes estirarte por completo,
ponerte de pie cuan alta eres sin darte contra el techo: el resto de la
estancia, donde tenemos que avanzar agachadas y mirando al suelo, constituye el
patriarcado. ¿Y qué es el patriarcado? Nuestra sociedad y nuestra cultura: nada
más.
Una mujer consciente de su pertenencia a un grupo
minoritario, que ha detectado toda la injusticia, toda la opresión y violencia
que soporta encima todos los días, una mujer que se indigna por esto, que sufre
por ello, una mujer a la que se le impide la libre actuación y movilidad por
ello, una mujer responsable con el mundo en el que vive que ha detectado que su
cuerpo y su identidad no son razones ni motivos de peso para sufrir toda la
violencia que sufre… es una mujer que comprende que esta sociedad no le concibe
sino como objeto, y que desde el feminismo puede constituirse como ser con
existencia propia, autónoma, real e independiente.
Dentro de la teoría, hay muchas corrientes de pensamiento
feminista. Dentro de la práctica, hay tantos feminismos como mujeres feministas
hay en el mundo. Porque cada mujer que lucha por devenir sujeto siente, sufre y
vive su discriminación y su opresión de una manera distinta, y todas pensamos
en ella, cada una desde nuestra posición, nuestras categorías, nuestra
vivencia.
Ser feminista no es tomar un discurso perfectamente
redactado y aprendido de memoria para reproducirlo hasta vaciarlo de contenido.
No hay diez reglas para ser feminista, un top ten de la lista morada del día. Ser
feminista es hablar por ti misma. Por eso mi Yo, mi Ser, este nombre
desconocido e ignoto, que no es famoso ni pretende serlo, se siente con el
derecho de empezar a teclear y escribir lo que piensa. Por eso todas las
mujeres feministas que han tomado Internet con cuentas falsas o nombres
ingeniosos, y escriben todos los días sus preocupaciones, sus luchas y sus
indignaciones, se sienten en la legitimación para hacerlo. Porque el feminismo
es darle sentido y voz a tus palabras, y hacer que tus ideas, forjadas por la
vivencia y la evidencia de una posición inferior dentro de la cultura
patriarcal, cobren aliento y queden reflejadas.
Alguien las leerá. Mujeres del mundo las leerán. Mujer
feministas se acercarán a ellas, ávidas y sedientas de nuevas declaraciones de
personas desconocidas como ésta que escribe estas líneas. Y en ese tomar
conciencia y palabra individual, en esa lectura de vivencias particulares
comprenderemos que no estamos tan lejos unas de otras, que la opresión se
repite en todos los cuerpos, y que al leer un suceso de micromachismo cotidiano
y velado no es en realidad una anécdota puntual, sino algo que hemos vivido, idéntico
o muy parecido.
Se va formando una conciencia de feminismo global, que
empieza desde una misma: desde el acto heroico en lucha de ponerse a si misma
un nombre.
Avanzar en nuestra lucha y nuestra toma de palabra y
responsabilidad con nuestra vida y nuestra causa, hasta llegar al punto de toparnos con una crítica al
feminismo procedente de una voz femenina y declarar:
¿Una mujer no-feminista? Imposible. Eso es un animal mitológico
del patriarcado.
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