Nada
más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en un bar o en la calle
dirigiéndose a ti con algún comentario. Mi caso más próximo, ayer por la
noche. Es nuestro pan de cada día. Es la vida cotidiana de la mayoría
de las mujeres. Aunque por lo visto solo nos molesta a las feminazis… claro, somos unas radicales.
Nada más habitual y cotidiano que unos machirulos gritándote cual
bestias, invadiendo tu espacio, un espacio del que tienes derecho a
disfrutar a tus anchas sin que nadie tenga que molestarte, solo porque
sienten que tienen el poder y la legitimidad de hacerlo.
Me
pregunto cuántas mujeres interpelan a hombres por la calle para hacer
comentarios de su aspecto físico. Cuántas van a tocarle el cuerpo a cada
hombre que se cruzan por la calle y que va sin camiseta, que por cierto
ahora en verano es un hecho de lo más habitual que no constituye ningún
tipo de espectáculo.
El cuerpo masculino es lo neutro. El
hombre es el Hombre, es decir, el ser humano. El cuerpo femenino siempre
denota y significa sexo. Objeto sexual que esta ahí a disposición del
macho ibérico de turno para poder ser mirado y contemplado como una cosa
bonita que hay que valorar. Y la puntuación de la exhibición se emite,
por supuesto, en voz alta, puesto que todo aquello que es pensado por un
hombre tiene valor por si mismo y es legitimo transmitirlo. Los
comentarios pueden variar, desde "guapa", "vayas tetas" hasta frases
hechas de lo mas populares. En cualquier caso, tu cuerpo (no Tú como
Sujeto) camina por la calle, un espacio de todas, a disposición de todo
tipo de valoraciones. ¿Y quién es nadie para interpelarme y decirme
cosas sobre mí, y pensar además que su opinión me importa?
La
reacción más habitual de todas las mujeres que sufren este tipo de
machismo es la no reacción. O un silencio o, incluso, una contestación
halagada. Lo que se dice un seguir la corriente. Di que si. Es nuestro
próximo eslogan ¡Síguele el rollo al machismo!
De modo que,
los machirulos no solo se sienten con poder y legitimidad de emitir un
juicio valorativo de cosificación sobre ti sino que las mujeres también
sienten que ellos están en su derecho de hacerlo. Quédate calladita,
sonríe y aprieta un poco el paso por si acaso. Pero déjalos, porque ya
sabes… "son hombres."
¿Qué pasa cuando una mujer ha acogido
nuestro “ninguna agresión sin respuesta”? Se girará, se detendrá y le
contestará un comentario cortante. He estudiado largamente el
comportamiento machirulesco en todas las ocasiones en que esto me ha
sucedido, y no han sido pocas. Su reacción es siempre la misma: un
silencio repentino, una expresión de sorpresa, unos ojos desorbitados…:
“¡las mujeres hablan! ¡tienen voz propia! son… no puede ser… si, ¡son
personas!”
Tras este magnifico hallazgo algo no acaba de
encajar del todo: “esto es inconcebible, una mujer que se precie no solo
no te rebate y reclama su espacio y su derecho a caminar libremente por
la calle o bailar por el bar, sino que además te sonreirá, agradecida,
de lo que solo ha sido un "inofensivo" piropo. Estas contestaciones no
las hacen las mujeres. Esto que tengo delante no es una mujer verdadera.
Solo puede ser una…”
Y aquí viene la palabra que rompe el silencio cortante que se ha creado:
-¡bollera!
¡Como son estos machirulos! No saben que nos están empoderando al poner
de manifiesto que la palabra bollera tiene un sentido político. No
saben que vacían de contenido la palabra lesbiana como "mujer que desea a
mujeres" y la resignfican, definiéndola como toda aquella mujer que se
revela contra la opresión patriarcal combatiendo actos de machismo
diario.
Nada más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en
un bar o en la calle dirigiéndose a ti con algún comentario. Ninguna
prueba más eficaz para analizar el machismo que nos afecta a todas y
permanece velado. Ninguna forma mejor de comprender que el feminismo es
nuestro espacio.
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