sábado, 20 de julio de 2013

Desvelando el machismo cotidiano

Nada más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en un bar o en la calle dirigiéndose a ti con algún comentario. Mi caso más próximo, ayer por la noche. Es nuestro pan de cada día. Es la vida cotidiana de la mayoría de las mujeres. Aunque por lo visto solo nos molesta a las feminazis… claro, somos unas radicales.

Nada más habitual y cotidiano que unos machirulos gritándote cual bestias, invadiendo tu espacio, un espacio del que tienes derecho a disfrutar a tus anchas sin que nadie tenga que molestarte, solo porque sienten que tienen el poder y la legitimidad de hacerlo.

Me pregunto cuántas mujeres interpelan a hombres por la calle para hacer comentarios de su aspecto físico. Cuántas van a tocarle el cuerpo a cada hombre que se cruzan por la calle y que va sin camiseta, que por cierto ahora en verano es un hecho de lo más habitual que no constituye ningún tipo de espectáculo.

El cuerpo masculino es lo neutro. El hombre es el Hombre, es decir, el ser humano. El cuerpo femenino siempre denota y significa sexo. Objeto sexual que esta ahí a disposición del macho ibérico de turno para poder ser mirado y contemplado como una cosa bonita que hay que valorar. Y la puntuación de la exhibición se emite, por supuesto, en voz alta, puesto que todo aquello que es pensado por un hombre tiene valor por si mismo y es legitimo transmitirlo. Los comentarios pueden variar, desde "guapa", "vayas tetas" hasta frases hechas de lo mas populares. En cualquier caso, tu cuerpo (no Tú como Sujeto) camina por la calle, un espacio de todas, a disposición de todo tipo de valoraciones. ¿Y quién es nadie para interpelarme y decirme cosas sobre mí, y pensar además que su opinión me importa?

La reacción más habitual de todas las mujeres que sufren este tipo de machismo es la no reacción. O un silencio o, incluso, una contestación halagada. Lo que se dice un seguir la corriente. Di que si. Es nuestro próximo eslogan ¡Síguele el rollo al machismo!

De modo que, los machirulos no solo se sienten con poder y legitimidad de emitir un juicio valorativo de cosificación sobre ti sino que las mujeres también sienten que ellos están en su derecho de hacerlo. Quédate calladita, sonríe y aprieta un poco el paso por si acaso. Pero déjalos, porque ya sabes… "son hombres."

¿Qué pasa cuando una mujer ha acogido nuestro “ninguna agresión sin respuesta”? Se girará, se detendrá y le contestará un comentario cortante. He estudiado largamente el comportamiento machirulesco en todas las ocasiones en que esto me ha sucedido, y no han sido pocas. Su reacción es siempre la misma: un silencio repentino, una expresión de sorpresa, unos ojos desorbitados…: “¡las mujeres hablan! ¡tienen voz propia! son… no puede ser… si, ¡son personas!”

Tras este magnifico hallazgo algo no acaba de encajar del todo: “esto es inconcebible, una mujer que se precie no solo no te rebate y reclama su espacio y su derecho a caminar libremente por la calle o bailar por el bar, sino que además te sonreirá, agradecida, de lo que solo ha sido un "inofensivo" piropo. Estas contestaciones no las hacen las mujeres. Esto que tengo delante no es una mujer verdadera. Solo puede ser una…”

Y aquí viene la palabra que rompe el silencio cortante que se ha creado:

-¡bollera!

¡Como son estos machirulos! No saben que nos están empoderando al poner de manifiesto que la palabra bollera tiene un sentido político. No saben que vacían de contenido la palabra lesbiana como "mujer que desea a mujeres" y la resignfican, definiéndola como toda aquella mujer que se revela contra la opresión patriarcal combatiendo actos de machismo diario.

Nada más habitual y cotidiano que unos tíos pesados en un bar o en la calle dirigiéndose a ti con algún comentario. Ninguna prueba más eficaz para analizar el machismo que nos afecta a todas y permanece velado. Ninguna forma mejor de comprender que el feminismo es nuestro espacio.

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