martes, 12 de marzo de 2013

Desafío en sí mismo

¿Por qué moderar el fuego de mi alma
que se abrasa bajo el yugo de esta edad de bronce?
¿Por qué, débiles corazones, querer sacarme
mi elemento de fuego, a mí, que sólo puedo vivir en el combate?


F.Holderlin


Hago una parada de silencio, y las palabras vienen. Tal vez no exista en verdad el silencio.
Hago una parada de descanso, de procesar todo lo leído, de repugnar todo lo odiado. Hago una parada para indignarme, una parada necesaria, un alto en el camino que todas debemos hacer para enfadarnos. Porque si no nos enfadamos no sirve de nada señalar la injusticia. Porque si luego nos conformamos, para qué leer filosofía. Porque si realmente, y después de destapar la opresión disimulada, no nos detenemos a escuchar este no-silencio, esta imposibilidad de calma, y continuamos atareadas: o peor, nos detenemos y efectivamente no escuchamos absolutamente nada... para qué descubrir nuestra ignorancia, con lo felices que nos hace siempre.
Para qué leer textos de resistencia, si no han de convertirse en propias palabras de combate. Para qué comenzar deconstrucciones, si al aplicarlas a nosotras mismas no vamos a ser valientes. Para qué buscar los temas inconclusos sin respuesta, si no queremos trazar realmente la nuestra. Para qué plantear una lucha, si no hemos de dar ni un triste paso. Para qué mirarse al espejo y contemplar las cadenas, si no vamos a tener la fuerza necesaria para romperlas.

Hago una parada de silencio, después de todo lo leído, contemplando al mismo tiempo el resto de los textos y los libros que me quedan por leer. Hago una parada de respeto a todas las puertas que otras personas, con su valentía, me han abierto, y miro el camino que se extiende aún sin recorrer a lo largo de mi vida, con todos los silencios que me quedan por romper después de cada texto: por todos los combates que me quedan por luchar todavía, como fragmentos de una Batalla que comenzó hace ya tiempo.

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