miércoles, 17 de abril de 2013

Un texto de combate, embarazado y parido, por el antiabortismo


Este es un texto de combate de una militante rasa, escrito desde abajo, sin ningún tipo de intención ni calidad literaria, sin ninguna pretensión filosófica. Escrito desde la rabia de mi coño con expresiones groseras y sin ninguna sutileza. ¿Por qué? Porque el enemigo ha dejado aparte hace ya tiempo cualquier atisbo de delicadeza. 
Y si no os gusta, y si os ofende…
habrá servido de algo
mientras, me iré a resistir contra vuestro sistema patriarcal follando de forma subversiva:


Escribo con toda la rabia que he podido acumular en las entrañas y entre mis dientes, y por primera vez no me preocupa perder legitimidad, tratar de tomar distancia para exponer argumentos certeros, porque ya no estamos hablando de una teoría, ni de una ley abstracta, sino de cuerpos de mujeres como el mío, de cuerpos materiales y vidas que se ven reducidas a ser solo úteros, por encima de su voluntad y ahora ya, y ahora pronto, por encima de su seguridad y de su propia vida.

Por eso, porque hablamos de cuerpos, de piel, de úteros, de sangre, de vaginas, de dilataciones… por eso ya no me preocupa tomar distancia para situarme lejos del desprestigio del sentimiento y colocarme en la razón. De hecho, ese acto en este caso me haría perder fuerzas. En lugar de ello escribo desde mi propia piel y desde mi sangre, desde esta rabia que llevo conteniendo ya demasiado tiempo, cada día, al leer noticias que atentan contra nuestra vida, la de las mujeres, contra nuestra integridad física.

Escribo lo que me sale del coño.

Escribo que sois unos fascistas, unos dictadores, que tenéis unos valores denigrantes para las mujeres, que no se pueden llamar ni siquiera valores.

Escribo un texto intentando traer en estas palabras lo absurdo, incongruente e injusto que resulta la ley antiabortista que va a hacerse vigente en nuestro país en un periodo de tiempo muy corto.

Escribo para dejar constancia de mi repugnancia ante vuestra nula consideración por la opinión, el cuerpo y la vida de cada mujer a la que estáis condenando, condenando a infinidad de opresiones tan obvias que vuestra indiferencia e incompetencia, vuestra inconmensurable estrechez de miras, nos resulta incomprensible:

Condenadas a trastocar toda nuestra vida en su más pura cotidianeidad, a asumir un gasto económico incalculable, y en la mayoría de las ocasiones imposible. A abandonar nuestros planes de futuro, y nuestro presente más inmediato, condenadas a no ser dueñas de nuestro propio cuerpo, condenadas a no tener el control de decisión sobre nosotras mismas. 

Condenadas a dejar en un segundo plano nuestra vida, día tras día, para priorizar la vida de un hijo que no hemos decidido tener. Condenadas a asumir todas las consecuencias de un embarazo y un parto. 

Condenadas a arruinar, a echar por tierra todo lo que hemos sido y lo que queríamos ser, e incluso condenadas a morir, a favor de una vida que no ha existido todavía.  A rechazar un día a día en acto por un futuro en potencia.

Condenadas por nuestros verdugos, en masculino. Decidido en su mayoría por personas que jamás van a enfrentarse a la posibilidad de la condena, que jamás experimentarán en su propio cuerpo la violencia de esa ley, ni en su propia carne el dolor que están provocando a miles y miles de mujeres. ¡Condenadas por personas sin útero! A las mujeres y a los propios niños, que no van a poder ser debidamente atendidos, que pasarán hambre, que algunos incluso estarán enfermos, que difícilmente saldrán adelante. Condenados y condenadas a vivir en la precariedad.

Recordamos aquí que junto a esta condena se realiza un recorte masivo de ayudas sociales. Ambas cosas van en paralelo, y se cruzan, y estallan, y matan. Y os importan más las vidas que no existen a los niños y niñas que, por los desahucios, habéis dejado sin casa.

La ley antiabortista reduce todo nuestro cuerpo y nuestra vida a la función de reproducción, al estatuto de útero  sin considerarnos personas con vida, trabajo, proyectos. Sin considerarnos sujetos, sin considerarnos seres humanos. Somos cosificadas. Alienadas. Enajenadas. Y no hay diferencia en tratarnos como objeto de reproducción o como objeto sexual.

No hay diferencia entre reducirnos a un útero o unas tetas. No hay diferencia entre despojarnos de nuestro ser-sujeto y cosificarnos como matriz o como agujero.

La toma de decisión sobre la propia vida otorga dignidad a una persona. Y nos vais quitando nuestra dignidad con vuestras ideologías más retrogradas y machistas. Y nos vais quitando los días, el sentido de nuestra existencia, las posibilidades de nosotras mismas. Nos recortáis, una vez mas, nuestra capacidad de proyección hacia delante. Encarcelándonos en nuestros propios cuerpos, advirtiéndonos que no podemos salir jamás de ellos. Pero que vosotros, en cambio, podéis trascender a vuestro cuerpo y vuestra naturaleza y tomar decisiones alegando que sois la voz de la humanidad.

Hoy el sistema machista y el mecanismo de opresión heteropatriarcal se ha instalado en un recinto cerrado, oscuro y viscoso. Hoy la trinchera está en el útero. Mi cuerpo es un campo de batalla. Hoy, una vez más y como siempre, el poder del patriarcado nos recuerda que la palabra Hombre no significa Humanidad, sino el Hombre Adulto Blanco de Clase Media Heterosexual: el falso universalismo sobre el que se apoya para tomar decisiones que en absoluto le competen.

¿Y qué puedo decir? Si tanto os preocupan los embarazos y los abortos, si tanto os preocupan esas vidas posibles que se quedan por el camino, si tanto queréis que no abortemos… dejad de violarnos, dejad de mirarnos como si solo fuésemos un coño por donde meter la polla, dejad de tratarnos como a un objeto, dejad de denigrarnos en cada paso que dais, dejad de considerarnos vuestras esclavas, vuestra mano de obra barata para sostener esta estafa, este engaño, esta opresión falogocentrista que ya nos tiene hasta los mismísimos ovarios. 

¿Y qué puedo decir? Si tanto os preocupa evitar los abortos, dejad en paz nuestro cuerpo. 
Podéis depositar vuestro producto en un frasco, y haceros vosotros una jodida vasectomía. 
Que prevenir es curar. 
Y ya iremos al banco cuando decidamos libremente, si algún día de verdad lo decidimos, ser madres.

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