Como la única y última
habitante de la noche
me devora la oscuridad
apenas interrumpida
por esta lumbre de palabras
aluvión de buenos cuentos
y jugueteos estelares
cavidad de pueblos muertos
y vidas miserables.
Como la única y última
habitante de esta noche
me acerco a la ventana
con el frío de la nieve
todavía entre mis huesos
con el sonido del disparo
rasgando este desierto.
Mis entrañas carcomidas por el musgo.
Mis venas infectadas de veneno.
Y el polvo y la sombra y el río
y la locura y los fantasmas y el niño
y las promesas, y las cadenas, y la memoria
la soledad, sobre mí, como una losa...
y cada uno de todos nuestros olvidos
Retumba el silencio por las calles
de esta solitaria y dulce noche
me arriesgo a abrir los ojos
ahora ya ante los cristales:
una lluvia amarilla,
espesa y absorta,
en lo más profundo de mi Yo que es ciego
se desliza, y cae.
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