Me ha traicionado un poco el corazón.
No.
El corazón no traiciona.
Me ha traicionado quizá esta lluvia,
o más bien el agua que desprende y que no moja
¿por qué no me moja?
No es cuestión de volver la espalda a la noche,
a la oscuridad ensombrecida de las nubes:
hacía mucho que no estaba aquí, así
desnuda entre palabras
y un calor fatigado me recorre por dentro.
Quizá sea yo quien ha traicionado a los versos.
Pero yo siempre vuelvo.
Excepto a las cenizas.
No soy ya el Ave Fénix.
Las ruinas las dejo donde están
en el camino que atrás queda
y no me mires así cuando lo digo
y no claves en mí esos ojos vacíos:
tus palabras están huecas en las cartas,
tu rostro se va difuminando en la memoria
no consigo recordar tus carcajadas,
cuál de las dos era la oreja de las pecas,
ni las sonrisas extintas.
No.
Yo no resurjo más de entre las ruinas.
¡Porque ahora tengo vida!
No deja de ser triste,
es cierto,
no cesa de afligirme
el todo que a la nada se desplaza
de la noche a la mañana
el mundo entero que se despedaza
y que no vuelve, y que se aparca
se ha estancado el pasado
pero no hay que echarle comida a los patos:
el pasado se alimenta en el pasado.
No es cuestión de no echar de menos,
tampoco de echar de más
es costumbre, es inercia, es ese tiempo que pasa
tanto y tan deprisa y tan lento
y pasa mucho tiempo pero nunca por el tiempo
lo que vacía de contenido al sentimiento frío
y lo deja templado,
aunque de día en día
alguna noche
un día traicionero que se ha cruzado
vuelve atravesando con su rayo
entonces no te molestes en abrir los ojos
si las lágrimas han pegado los párpados
rodarán gotas de lluvia por la cara entre las manos
y volverá a vaciarse de presente el pasado.
Y así los días se erigen
de cada vida que emprende otro paso
que todos tenemos recuerdos,
que todos a veces lloramos.
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