No he parado de hacer cosas para poder estar quieta.
Ni las sábanas han sobrevivido a esta noche helada.
Solo mis noches tienen veinticuatro horas
solo mis ojos se fragmentan.
Ya no hay es ni estoy
pero en verdad no hay diferencia cuando la receta se le aplica a un fantasma.
Quiero pasar ahora a describir cómo se ha colado una mosca por el centro del universo y revolotea entre las palabras como si nunca hubiese un dónde pararse. Pero yo quería estar quieta. Yo quería temblar a la luz por falta de luz. Quería devorarme lentamente entre mi sangre y mover a tientas las tinieblas por la espesura amarilla. Al medio día bailaré, desnuda sobre una cama desierta. Es un cuerpo ficticio. Es un cuerpo sin mi que no hay. Me alimento de lo que queda en los rincones. Polvo y cucarachas. Yo quería resucitar en el éxtasis incandescente del deseo que provocan las palabras envueltas en cuerpos sin ropa. Yo quería desvivirme por los versos y ahora nada rima con nada y escribo en prosa. Pero la serpiente estaba muerta. Podría haber manejado su cadáver como una marioneta y enredarlo alrededor de mi rostro para crear una máscara. No hubiese servido para calmar esta sed. No hubiese acudido a mí mi Imaginario. Náufraga como yo de los fragmentos de dos lados, bilaterales-biformes-bicoloreados. Había una pequeña isla con arena de mentira donde nos encontramos y nos dimos la mano. En la palmera no había serpientes ni manzanas. No había nada en la isla hasta que llegamos y entonces hubo leones. El error ha sido pensar que la isla seguía en pie cuando ya no era. El amor se conecta con la vida y el humo que desprende que a veces nos hace toser, aunque otras nos oculte para poder amarnos. Somos golondrinas. O lo hubiésemos sido de habernos encontrado hace más tiempo. A quien retorna a buscares antiguos el mundo se le cierra sobre sí mismo. Pero yo no he querido volver a mis buscares inmundos que ni siquiera he perseguido. Me los han arrojado y se me acaban los días en horizontal. Y cómo volver a volver de la vuelta dolorosa si ya no se puede saber no saber. Yo no quería saber más de lo que mis pies se calzan por el camino. Pero ahora los zapatos son pequeños y tendré que cortarme algún dedo para dar la talla. Se me empequeñece la vida en las mañanas.
Igual que solo puede llamarse libre a quien ha sido esclavo, igual yo soy feliz porque antes he sido infeliz. El resto es ingenuidad. Y la envidio cuando dejo de ser filósofa y poeta para emerger como mapa de cicatrices.
No he parado de hacer cosas para poder estar quieta.
Mi calma que eres tú, mi felicidad templada
no me quites esa almohada que tú eres situada
al final del precipicio por el que me estoy despeñando
no te quites del final de mi camino
porque solo habrá caída
y al final un mar en el horizonte muy fino
donde poder ahogarme
no olvides que te necesito
en la isla, en los fragmentos, como golondrina
en los días, en los besos, en mi vida.
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