domingo, 24 de junio de 2012

A mi pequeño gran león filósofo

De empeorarse las cosas
o de que el mundo se cayese a pedazos
(más de lo que ya lo hace)
tú no irías corriendo a los fragmentos:
tú mirarías el centro

el estallido inmenso.

De que de pronto se deslizasen las hojas
caducas en una primavera floreciente
tú no recogerías con mimo sus puntas:
tú acudirías al árbol

tú removerías las fuentes.

Acudes
a lo profundo de las cosas
como a lo hondo de mi cuerpo
a lo escondido de mi adentro
y nada en ti es superfluo

nada banal,
nada en el final del ramo:
todo en el tallo.

¡En la raíz!
A la que acudes cuando sientes,
como si fuese tuyo,
el maltrato a los animales

que somos mejores que ellos, no lo sostienes
que necesitamos comerlos, no lo mantienes
que no hay otro remedio, no lo concedes
que la culpa no es de nadie...

¡eso si que nunca lo toleres!

porque tú vas
siempre al origen de las causas
al nacimiento del sistema capital
a los seres humanos,
a su afán destructivo,
a su egocentrismo,
a su maldad.


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