Siento la presencia obsesiva de mi cuerpo. Desaparece en la maleza, se va hundiendo. Todo mi ser es hielo. Un bloque eterno que no habrá de fundirse nunca. No puedo moverme. Estrujo mis dientes con fuerza. Hay demasiada soledad, y el silencio cala los huesos como esa mentira infinitamente repetida. Al final, será verdad. Y después, la luna encenderá una hoguera para reírse amargamente de mis ojos amarillos.
Entre tantas ruinas, el enfrentamiento conmigo misma es mi única oportunidad. Hoy estoy lejos. También de ti. No puedo negarlo cuando el fuego no prende.
Hay un miedo. Es un terror indescriptible de ser algo. Algo sin precedente, ese algo sin excusas. Ser una cosa sin reflejo, sin palabras, sin pregunta.
Hay un miedo. Es un temor irrepetible a marcar la huella en un camino nunca transitado. Hay una ansiedad incomprensible a hacer aquello que nadie nunca ha hecho antes. Eso significa tener rostro. Eso significa dibujar tu propio nombre.
Hay un miedo incorruptible de ser alguien.
Siento mi cuerpo obvio y estéril entre la cama. Es como un lastre que me tira hacia abajo. Mi mirada encajonada contempla la oscuridad sin darle vueltas. Se detiene, lenta y larga, ante una puerta.
Ella sabe quién hay ahí. Quién vive ahí, quién respira y duerme, ajena al sufrimiento que se expande en esta penumbra contigua.
Ella sabe que no los conoce. Que la miran sin ver, en un silencio apenas audible, le piden perdón sin comprender del todo por qué se disculpan.
Pero hemos hecho algo realmente mal. Sino estas paredes no nos separarían tan temprano.
Le hemos puesto puertas al campo.
En mis venas ya no corre nada más que esta luz helada y rabiosa que quiere agitarme las entrañas y aquí solo hay un silencio sepulcral como si ya estuviese todo hecho y vencido. Quizá esto es lo que está muerto.
Algo hemos hecho mal para que jamas entendáis de qué hablo en estas líneas. si es que alguna vez os dignáis a acercaros a mis palabras agitadas y confusas, que ni siquiera yo seré capaz de descifrar cuando amanezca.
Ya cae el sol.
Se incendia en este cielo extranjero
tiñéndose de sangre.
a su alrededor,
una bandada de fuego se va extinguiendo en silencio.
vuelan los pájaros, huyendo.
¡dádme alas a mi también!
dádme alas...
quiero escapar de estos ojos podridos
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