sábado, 2 de julio de 2011

La muerte del poeta

El aliento se me retuerce
en esta habitación de muerte.

Me duele
algo
aquí
que no sé
escribir.

El miedo se apodera
de mi piel ante tu ausencia

y espero
lento
el crepitar
del tiempo
a que amanezca.

El sufrimiento me muerde
la oreja, las vísceras
y algo mayor:
el corazón
que no me deja,
que no me deja.

Cuánto pueden
llorar los ojos
si las lágrimas
no caben.

Cuánto pueden
sentir los rojos
labios que ya besan
los de otras mujeres.

Cuánto pueden
aguantar los cuerpos
el peso
de lo irrecuperable.

Cuánto pueden
las conciencias
cargar la culpa
de lo inexcusable.

Cuánto pueden
sufrir mis párpados
antes de que se cierren.

Quiero dormir
y quiero
vivir durmiendo
sin morir sintiendo.
Quiero acabar con esto.

Y en el llanto
desgarrador
de esta noche
se resquebraja
el amor
y otros pecados capitales
y otros órganos mayores
como el hígado, las manos, las virtudes.

Y en el llanto
desgarrador
se tortura
el pulso de los dedos
intentando sostener tu corazón
sin éxito.

Se ha caído al suelo
y yo pido mil veces perdón,
amor,
perdón.

Te he dejado caer
como las hojas de los árboles
en otoño.
Como las frutas de los bosques
cuando crecen.
Como aviones
cuando estallan,
y jarrones
en volandas.

Te he dejado caer
como el ánimo que se arrastra,
como el niño que se enreda
entre sus propios pies.
Como el ave que se agota,
como el vagón
en las vías de tren.

Como el valor
al borde del abismo.
Como el escalador
ante el precipicio.

Como la lluvia
de las nubes
te he dejado caer

y la culpa
me asalta
y afirma
que

la muerte del poeta
es inminente
en esta noche negra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario