sábado, 24 de septiembre de 2011

Aniversario

Hemos vuelto, un año después. Hemos regresado a este lugar de paredes de piedra fría, fría y húmeda, como el ambiente que se respira, como los corazones que lo habitan. Y todo está muy mojado, como el agua sobre el agua, como la lluvia sobre el mar, y sé en cuanto cruzamos la puerta del umbral, que jamás se secará, que jamás se secará.
Avanzo ahora entre los bancos de madera, que se quejan bajo el peso que soportan. Cruje la madera vieja como escucho que crujen las lágrimas entre los dientes al morderlas, por no derramarlas con los ojos, por no revivirlas. Porque llorar ahora, tras un año, mostraría recrearse en el pasado, mostraría no quererlas.
Tomo asiento a la derecha, delante de aquella tarima ornamentada con un grandilocuente retablo, y miro a los bancos de la izquierda, los que soportaron mi peso y mis lágrimas, aquella vez sí, cayendo hace casi un año. Miro al suelo por si todavía hubiese restos del naufragio. Miro alrededor por si quedase solamente algo.
Entonces fijo la vista en las escaleras del altar, donde hacía un año descansaba él en una caja, y veo el ataúd como si pudiese tocarlo. Encima flores, muchos centros de flores con frases prediseñadas para nadie en concreto, allí, encima de él, tratando de referirse a una individualidad que no puede captar.
Bajo la vista hacia mi mano derecha y sin quererlo la cierro, apretando el puño fuerte, lento, y al cerrar los ojos siento que tengo en ella aquel poema que escribí y no pude leer hace un año. Ahora sí, ahora podría, porque las lágrimas se desmenuzan entre mis dientes y no me impiden hablar, pero no quiero, no quiero decir nada, este momento no tiene sentido, está vacío, tan vacío como la piedra húmeda y fría de esta iglesia.
No hay tanta gente como hace un año. Recuerdo los bancos abarrotados y gente de pie, al fondo. Ahora no. Tras un año solo queda la verdad. Tras el paso del tiempo lo que queda es lo que permanecerá siempre. Y lo que se ha ido nunca ha estado. Nunca. Nunca. Como toda la gente desconocida que vino hace un año y no recuerda la fecha, el sufrimiento, la daga atravesando el centro del cuerpo, desmigajando poco a poco la inocencia, ahogando con el peso de la inexistencia. Y ahora solo siento yo esa daga todavía.
Qué falso, qué vacío, qué sinsentido este momento. Cuanta nada, cuanta nada alrededor. Un año, solo un año. Un año ya, para quien no siente este mismo veneno que todavía corre por mis venas, que fluirá siempre por ellas. Un año, con cada insoportable día correspondiente. Un año. ¡Y por qué ya no hay lágrimas!
¿Acaso un año es suficiente? ¿Acaso un año ya es bastante? No, nunca, nunca. Nunca se superan las emociones. Este dolor me perseguirá siempre. Esta ausencia me pesará siempre. Y estas lágrimas no he de morderlas, no he de guardarlas entre los dientes, porque correrán por mis ojos y mi cara y mi frente hasta que muera, hasta que no haya más aire.
Ahora empieza esa voz ampliada por micrófonos, y ya habla de nada, y ya repite simplemente palabras. Y cuando acabe aquel inanimado discurso, discurso inhumano, se habrá acabado. Las cabezas agachadas por respeto se levantarán, y admirarán el nuevo día, y darán gracias por seguir con vida. Las sonrisas se pronunciaran en los labios como si las lágrimas no las hubiesen aguantado, y el nudo de la garganta se disipará, y la tristeza del estómago se disolverá, y la memoria preferirá no recordar.
Ah, qué falso este momento, qué innecesario este encuentro. Yo solo quiero volar, volar, al cielo donde dicen que él está, que él descansa ya, y yo sé que no es verdad. El yayo no está en el cielo, el yayo está en Moncayo y yo lo quiero buscar, allí, entre mares de montañas y olas de chordón, entre espuma de almendras y pantanos de setas. Quiero huir de estas paredes de piedra, de esta casa que a todos acoge menos a mí, a mí no me quiere. Ni yo a ella.
Que se calle la nada que habla, que se apague el sonido de estas campanadas. Que dejen de fingir los actores que simulan que quieren la muerte para sí. La muerte está en mí, solo en mí, siempre en mí.
Malas fechas se aproximan. El aniversario de una pérdida es como una nueva pérdida de una misma. Como aprender de nuevo a tener que seguir. Como recordar que el yayo no puede venir. Como volver a escuchar que se aleja se aquí. Como asumir que es verdad que no se puede asumir.

1 comentario:

  1. Impresionante. Me has hecho revivir unos recuerdos como si estuvieran pasando un vídeo por delante de mis ojos. Y la rabia que sentía en esos recuerdos perfectamente expresada en tus palabras.

    Quiero que vayamos al Moncayo, las dos.

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