sábado, 31 de diciembre de 2011

Del 2011

He muerto muchas veces a lo largo de un año, y las calles se han levantado. A veces, y luego nada. Hace frío y calor al mismo tiempo. A veces, y luego siempre. He muerto tantas veces a lo largo de este año. Podría fingir pero soy un muerto que vive al compás de las flores rojas que se van destiñendo en este patio de lirios. Me he pulverizado los ojos por ver si pasaba algo. Este año se muere como he muerto yo mil veces. Pero no importa. El tiempo sigue una linealidad un tanto vaga. La memoria recordará lo que quiera recordar. La imaginación rellenará aquel hueco. Y todo está tan mojado que las gotas dejan de tener sentido. Como el agua sobre el agua te vas disgregando entre mi maleza. Los que se han ido. Los que se van. Los que se están yendo pero nunca se van del todo. Porque no saben. Los que solo se marchan. Los que vuelven tantas veces que su despedida se prolonga hasta el infinito.
Nada. No creo que nadie sepa lo que es morir a plena luz del día. Todavía las palabras se adormecen un momento en tu garganta. Los párpados se van abriendo, y están llorando sin necesidad de entornarlos. No sé qué me hace llorar así. Cada semblante inefable provoca el sucio dolor de las cosas recién hechas, de los sinsentidos inevitables.
De las profundidades de lo más trascendental voy surgiendo a duras penas. Ahora me toca no morir nunca más. La mayor condena. Me enredo en el lenguaje sin saber lo que es realidad, y falsedad, y verdad y mentira. Nada, sinsentido absoluto se tiñe de ti.
Otro año que pasa como un hálito, pero entonces, al dar el salto, es ese año una y otra vez, eternamente repetido, volvemos al principio, regresamos al origen y no queda más que repetir y repetir y repetir y repetir y cambiar el ser por el y, por el YR.
Queda poco. Las calles se han levantado durante un mes este año, y ahora están de nuevo adormecidas, bajo un imperio más duro, igual de velado. Queda poco. Tal vez nada. Los que callaron seguirán callando y los asesinos continuarán sueltos. No hace falta tomar un arma. Las palabras matan. Todos somos asesinos de alguien.
Cuántas cabezas pensantes surgen de repente el último día del año. Como una amnistía, como un perdón abnegado ante las últimas horas que van a morir a otro año. La conciencia limpia. ¿Qué conciencia? ¿Para qué tanta vida?
Podría seguir perdiéndome en el interminable imperio del lenguaje. Pero nadie lo entiende.
He muerto muchas veces a lo largo de un año. Lo que hay dentro está oscuro, pero a veces hay un brillo que me salva. Sobrevivo de salvaciones espontáneas. Y eso basta.

1 comentario:

  1. Con tu prosa me has llevado directamente al inicio de este año, donde cada cerrar de ojos era morir, y cada abrir saber que iba a volver a morir. Donde la ceguera me llevaba alli donde yo palpaba, donde para obtener primero debia averiguar donde conocer implicaba sufrir, por ello, esto como parte de mi, casi ya olvidado por el devenir, te agradezco el recordar, por que no solo es tratarse del saltar de los baches, sino muy importantemente aun del no olvidarse. Animidad ;)

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