La tristeza nos anega
en esta noche,
noche negra.
Tus ojos han mudado
de color tan de repente
que no los reconozco.
Ni me conozco,
ni quiero
ni lo pretendo.
Porque la trsiteza
distorsiona mi semblante
de tal forma
que no llega.
Y parece que tú,
que no has pasado por mi vida,
que tu tiempo ha sido
como un sueño dulce
y se han descosido
desde tus ojos mis párpados
y ya he despertado,
y ya te alejas pronto,
te alejas tanto
que la tristeza
vuelve
como si nunca me hubiese abandonado
¡con lo que yo te amo!
La culpa no es tuya,
no,
ni mía esta vez.
La culpa es
de los sueños
caprichosos que nos llevan
siempre a su merced.
Entregada estas a ellos
y yo renuncio al mío entero
para que el tuyo se cumpla.
Porque mi sueño es
verte
siempre
en cada amanecer.
Y el tuyo es
irte
lejos
donde no te pueda ver.
Pero sabes bien
que la tristeza a mí me anega,
que tu ausencia a mí me quema
y ya estoy
definida por trazos
que disuelven los lazos
que enredamos,
que nos atamos.
Tienes tantas,
tantas ganas de irte
como yo de morirme,
y tienes tanta
tanta prisa por marcharte
como yo por pedirte
que te quedes.
Pero tus sueños siempre valen más,
y allí vas.
Con ellos
te vas.
Que nunca te ahogue mi triste soledad.
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