Me agitan puños de hierro la garganta.
Lo obvio se presenta ante mis ojos
como una verdad nunca desvelada
que no debe darse nunca.
Y si de repente se tambalean los cimientos
y acuden las posibilidades más remotas
a mi cabeza hecha de agua y paja
no puedo soportarlo
no acierto a soportarme
los ojos se van inundando de una sustancia viscosa
pegajosa y salada
como el calor de agosto sobre una cara desnuda
me queman las lágrimas contenidas
me duele el nudo que me aprieta la boca
voy masticando el aliento sobre mi cadáver
hasta deshacerme en pétalos
de la sombra de la sombra de la rosa invisible.
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