domingo, 20 de mayo de 2012

Mi no-lugar en los márgenes

Envuelve un humo espeso el ambiente, dejando ver a duras penas la música cortando en los oídos. Y ese olor... no, no diré más por no seguir apreciándolo. Se han clavado las miradas altivas, por los tacones altos. Esa mirada me desgarra, me quita la piel a tiras. No a mi, que estoy hecha de toda la mierda del mundo, que me muevo entre los márgenes, sino a cada hija del extrarradio del mundo.

Somos inmigrantes. Exiliadas del patriarcado, de la heteronorma. Y las miradas de ojos pintados nos delatan en silencio, nos censuran hablando. Aprender a gritar con los ojos. Hemos accedido a mordernos la lengua. Pero ya sangra. Vomitarla o ahogarnos en nuestro propio fuego interno. Necesito más agua. Más aliento para escribir. Yo soy palabras. Pero mi subjetividad ha estallado por los aires, mi yo es múltiple, mi yo es hembra, no mujer, es lesbiana, es poeta, es filósofa, es inmigrante, es feminista, es bollera. Para mí no hay tantas cárceles. Pero el enemigo está siempre unido.

A los ojos que me van arrancando los míos a tiras les salen lenguas bífidas y echan veneno por las esquinas, lo inyectan a mi pluralidad. Veneno azul. Y una gaviota volando. Y estos son los más inofensivos. Mentira. El poder se ha descentralizado. Hay trono, pero no hay corona. Nadie se sienta a contemplar las muertes. Porque ya no hay matanzas. Hay suicidios. Y lo que se presumía erradicado sigue matando. Lo invisible actúa. El poder borra sus mecanismos de acción para no ser rastreado. Mientras siguen apareciendo ojos sin vida en las cunetas.

Soy inmigrante en mi propio país que es el mundo. Soy inmigrante de mi cosmopolitismo. Pero no quedan espacios donde ir. No hay más lugares. Ahora conquistar no-lugares. Donde todo se pliega sobre sí mismo. Quererse a sí. Así. Así se endulzan batallas perdidas. Pero en verdad no había ninguna batalla. Solo la que tú libras frente al espejo. Cada día. Lo que te obliga a hacerlo viene de fuera. De ese trono desierto. No lo sabes pero en verdad es jodidamente ridículo preguntarlo. Lo que importa es que no te aguantas la mirada en el espejo. Que no te soportas. Pero otras sí lo hacen. Las que te van devastando. Ya solo queda el silencio.

La Institución no es un lugar, es un flujo, es una red comunicada que atraviesa los lugares, tapando la salida de los no-lugares inventados. La historia de los vencedores. Es como una cuerda. No. Como muchas cuerdas a nuestro alrededor, que nos atan de pies y manos. Que nos conectan. También nos rodean el cuello. Si las estiramos nos ahogan. Ahogamos al de al lado. Mejor no moverse. Mejor no pensar por qué seguir respirando.

O cortar la cuerda.

Correr perseguido por esos ojos altivos hasta el no-lugar, no como escondite, sino como madriguera, como matriz, como útero materno. Para volverte a ser habitable a ti misma. Para convivirte.

La deconstrucción comienza dentro de ti dinamitando la estructura. Los cimientos vuelan por los aires. Si le da algún fragmento en la cabeza al enemigo, mejor. Construir partiendo de la base de que todo está devastado. Erigir edificios sobre contradicciones. Atentar contra la lengua. Batallar desde el lenguaje. Ladrillos moldeables. Líneas flexibles. Espacios abiertos. No-lugares sin paredes. Pero hay que partir de esa base. La que nos hace emerger. Aunque deconstruida.

Pero que siguen matando los ojos que condenan. Que siguen ahogando. Cada día hay muertos por la Institución. La Inquisición son todos los que no se han deshecho a sí mismos. Pero no por no estar en la Institución ya habitas fuera. A veces los márgenes se centralizan. A veces lo transgresor asienta. A veces lo subversivo oprime. A veces la revolución  reproduce lo establecido. La lucha está dentro. Por eso no vemos los ojos que desgarran la piel. Devenimos hacia dentro.
Luego daremos por culo.
En el más placentero de los sentidos.

1 comentario:

  1. Tú me ayudas a de-construirme.
    (Me encantó escucharlo de tu voz, no sé si te lo había dicho)

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