Por no marchitar los trozos exacerbados del dolor
se han prendido llamas a un cielo descalzo.
El fuego me endulza
como lo edulcorado del mar que no llega
como el ruido de la ola entre la espuma por la arena.
Por no truncar las fuerzas desgastadas de razón
he consumido adioses en instantes
hablo de esa perra abandonada en una esquina
bajo el agua de la lluvia al romper sobre la herida.
La perra sin vida que era yo.
Para no dar rienda suelta al corazón.
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