Ahora escucha el murmullo
de un silencio acompasado
tú sabes que nosotras
nos eclipsamos,
quiero decir nos amamos,
quiero decir nos buscamos.
Ahora escucha el arrullo
del negro invierno en las ventanas
te pienso
en una cama fría
y miro esta sábana congelada
y lo bien que estaría tu pecho
aquí, dulce, como mi almohada.
Te pienso largamente en el infinito
yo sé que el sonido es vacuo
yo sé que el alma es hierro
que los dientes se esperan mordiendo
para comerse, juntos, a besos.
A veces, entre las hojas
de un otoño maduro
o de un libro abandonado
me leo eternamente entre las rocas
y no dejas de aparecerte a mi lado
en la proyección hacia delante
en nuestro encuentro deseado.
La calma me acoge como si fuese
una niña triste que encuentra calor
en una frase dicha justo a tiempo
en uno de esos, que salvan, los gestos.
Ahora mis ojos se van plegando lentamente
al son de estas palabras que nunca han sido dichas
que me hacen despertarme,
sobresaltarme entre mí misma,
para decírtelas todas,
para dejarlas escritas.
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