Se oye la tormenta,
va descalza,
va cansada,
desde la escalera.
Se oye la tormenta,
la de dentro
y la de fuera.
Ni un lamento
de las almas,
de su rabia.
Se oye la tormenta,
está muy cerca.
Y la tormenta ya se aleja
muy despacio, no hace ruido.
Cerramos los ojos al pensar
agradecidos
que la tormenta no ha venido.
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