Y llega el sabor de las cosas que terminan. Sin saber exactamente la razón, nunca definida. Llega otra vez ese olor de lo que acaba, de lo que se desliza, sin conocer con certeza el motivo de la huida. Era el calor de verano tal vez quien rompió nuestros labios, que la primavera trajo, que incendiará el agosto nunca fundado. Que enfriará el invierno de países extranjeros. Que quemará el recuerdo, marchito, del momento.
Y llega el dolor de las cosas que terminan, de las personas que se marchan y sus despedidas. La culpa no fue, esta vez no fue, del amor que se iba, sino al revés, que el amor no venía y yo no encontraba salida. Otra vez ese color de las cosas que se van, de las horas amargas, de las palabras escritas en la madrugada. Otra vez ese calor, ese ardor que sube por el cuello, la garganta, el esófago y el corazón. Otra vez, otra vez lágrimas derramadas por sentimientos que no llego a comprender, por las faltas de lo nunca sucedido, por los recuerdos de tu abrigo. Otra vez esta sensación de vacío.
Y en el sabor amargo de tu despedida gritaré perdón mil veces, mil veces perdón, amor, por poder romper la lluvia con los labios pero no encontrar valor para entender mi corazón.
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