La opacidad se desvela en mí como un cúmulo de flores muertas. Quisiera volver la mirada hacia mis ojos, reconstruir la historia, reinventar la historia escrita por la imaginación, no el recuerdo. La tela de mi piel se va cayendo, y no podría recogerla ya del suelo. Quedo al descubierto. El poema me hace permanecer desnuda, y no encuentro la razón de taparme porque estoy sola. Ni aunque me mirasen dos ojos fijamente cubriría mi sexo desvelado. Quisiera pensar que no hay. Ahora la luz corre en sus engaños mojados, está húmeda y me recorre como si quisiera iluminarme toda. Podría volver a empezar si naciese de nuevo. Todo queremos volver al útero materno. Pero el mío estaba compartido. Desde el principio supe que mi condena era absoluta. Cuánta soledad respiro que yo misma he buscado. Ahora me embauca un poco el corazón. Todos tenemos heridas de guerra. Pero a veces no basta. Escribimos lo que queremos oír de los demás. Los demás… quién sabe qué es eso. Puedo seguir preguntando por mi ser toda esta noche. La oscuridad se extiende sobre este pueblo desconocido. Los que se han ido se han quedado aquí, y ahora solo puedo evocar un rostro que se va perdiendo en la memoria. El sentimiento no se desgasta como esas facciones. Sigues doliéndome aunque ya no te recuerde. Escojo las palabras sin cogerlas con las manos, vienen a mí, me piden ser sacadas a esta luz que me recorre. Pero nadie más las verá nunca. Podría seguir tantas cosas. Quisiera ser feliz, solo a ratos. Quisiera no querer nada. Algo me oprime aquí, será la verdad descontrolada. El problema de arrancar el lirio es que no puedes volver a dejarlo. Ahora lo tengo en la mano. Te has arriesgado y te has dirigido a esta ausente. Ya no es como antes. Ahora me desvelo por mí, por ti no pierdo el sueño. Te espero. Creo que puedo volver a robarte el aliento, no el corazón. Eso es todo. A lo lejos nada. Lo lejano soy yo. No sé por dónde seguir esta historia sin nombre. Muchos han pasado por mi vida sin mirarme. Ahora me miro a un espejo roto, me desdoblo en mí misma. Soy capaz de todo y admiro el suicidio. Perderse en el laberinto del amor. Podría hablar sobre todas estas cosas. Pero no voy a hacerlo. Ni siquiera pronuncio tu nombre en voz alta. Solo un nombre. Tu rostro y tu cara. A veces huele a esa transparencia de todo lo divino. La deidad estará cerca, pero no creo en ella. El ámbito eidético es demasiado para mí. Me quedo aquí, tocando las palabras. Amo muchas cosas. En el silencio de la noche un grito desgarra la soledad. Es un cuerpo cogiéndome de forma argentina. Pero no tiene cara. Se irá con el alba.
La opacidad de esta instancia creadora me impide evocarte. Quisiera pensar que estás pensando en mí. Es un tiempo de tregua que te has tomado para revivir lo que está muerto. Tu anhelo por los milagros. Tu esfuerzo por lo perdido. Todo lo que yo amo. Podría no confesar estas cosas, pero sé que las sabes. Nada ha cambiado pero no me reconozco. La locura ha cambiado mucho mi rostro, desencajado. Y yo te adoro y te deseo. En verdad ya no es a ti. Pero lo único que no se han devastado son los recuerdos, y yo los amo. Ir arrasando todo como un acto heroico. No entiendo por qué el fanatismo de la uva. El jugo se exprime. Lo que importa es el vino. Embriágate de mis sonidos más audaces. Sabes cómo soy. Un movimiento ávido bastará para llenar el espacio de revelaciones.
No sé qué escribir pero quiero escribir. Si el poema no tiene destino. Me embarga la razón un sentimiento traicionero. Pensar que no estás pudiendo. Ya el recuerdo. Estás tan cerca que dueles. Pero te volverás a ir. Has trazado tu propia huida con elegancia. No juzgo. Solo me río en el hombro de desconocidas. Podría seguir llorando a carcajadas. No me importas. Pierdo el tiempo de forma inimaginable por lo que no es importante. Muchos meses besando los mismos labios. Ahora todas las bocas posibles. Luego nada. Solo muerte. Voy perdiendo el color de mis ojos, es agradable. Cegarse con mucha luz. Yo tengo la verdad pero nadie lo entiende. El estigma que me atraviesa acompaña todo lo que escribo. Quisiera pensar que hay más, pero lo dudo. En una pantalla he visto al doble de ti, tú, que estás muerta, y me has hablado. Las voces se van tejiendo a finos hilos. Derramar todas las virtudes en aras de algo más bajo. Ésa es la proeza. Poder materializarse como si solo fuésemos cuerpo. Ven pues a jugar con el mío. No hay tacto suficiente para leer esto. El recorrido es tan vasto que muchos abandonarán. No importa. Ha dejado de importar hace mucho cualquier cosa. Me han arrojado muchas palabras que no tienen sentido. Solo yo sé ver el vacío del lenguaje. Poca gente lo sabe llenar. Muchos ya están muertos. Yo tardaré poco. Y el poema perderá todo su sentido. Le queda poca vida a las palabras. No es por estrujar mi cabeza hasta que sangre, es vaciar de toda palabra fabricada antes del amanecer. Produzco nuevas largo tiempo. Es preciso vaciarse de todo contenido, solo a veces. Quedarse en blanco. Hacerse agua. Fundirse. Desaparecer. Morir. Morir respirando. Como un lirio blanco arrancado. Tú me regalaste flores. Querías cubrir una ausencia que todavía me delira. Me da latigazos. Tengo demasiadas heridas abiertas. Pero como no sé cerrarlas les echo sal. Sé que ya no entiendes cuando escribo. Quien podría entenderme ya no existe. No es cuestión de sabiduría, es valor velado. Vuelvo a mi piel descubierta. Podría besar cada parcela plegada sobre sí. Desterritorializar todo terreno conquistado, replegarme sobre mí. Evacuar. Retirada. Como dos cuerpos al dejar de amarse. Qué distinto es no retirarse nunca del otro cuerpo. Sabes que tú y yo no nos hemos ido nunca aunque nos hemos ido. Y eso te asusta. A mí no me asusta nada. He muerto demasiadas veces. Quisiera pensar que vendrás mañana. Pero esta noche se extiende como la Única. Mañana a esta hora, nada. Devolver el color de las cosas a su centro, extrayendo el fulgor central el papel pintado. Antes he matado, no ha habido pena dentro de mí. Yo me he acostado con alguien que ha llorado por un insecto. No hay límite para la sensibilidad. Ni para las lágrimas. Mucho se extiende esta historia que no hay. No puedo parar de escribir lo inefable. La angustia va carcomiendo las paredes del muro de piedra. Se va derruyendo el castillo. Lo tiramos abajo. Hay que inventar otra cosa. Una palabra, un término. Algo, algo. Una pequeña gota que me vaya llevando. Las cosas necesarias son absurdas. Si el caos arremete no habré de impedirlo. Me fundo con él. Me acuesto con él. Que gima en el vórtice de la incoherencia más absoluta.
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