La decepción es una daga helada que me ha ido atravesando
hasta dejarme sin aliento, sin camino y sin mis manos.
Pero manchados así como están mis dientes
de mi sangre que sabe a poeta errante
quizá podría levantarme de mi propia muerte
y con el corazón embarrado llamar a tu puerta
pedir de rodillas una explicación,
mi sed se va abriendo
mi hambre está comiéndose a sí mismo.
Volver como hace un año a tu juego
envuelto en risas de agua y de placebo
y dejar de pensar por no inmolarse dentro.
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