Es verdad,
pues reprimamos esta fiera condición
cantando a la tarde velada que se posa
sobre nuestros cuerpos, jugando
me has ido mordiendo poco a poco el corazón.
Y ahora te deslizas
entre el rumor apagado de los dientes chocando
y guardas un minuto de silencio para contemplar
cómo me voy deshaciendo bajo tus labios mojados.
Sigues bajando.
Mis palabras van recitando versos que no se escuchan,
hilvanando sin éxito los fragmentos con espacios
y tú te adentras por mis recovecos
inspeccionando mis secretos más guardados
son todos tuyos,
a ti nada escapa
ni en este cuerpo, ni en esta cama.
Tu lengua contagiada del fulgor candente,
vas obligando lentamente a retorcerme
y si buscas con cuidado
en mis bocanadas urgentes
escucharás el monólogo que sigue con dificultades.
Pero ya,
empapada tu boca, y tus labios y tú
de mí, de lo más húmedo de mi interior
termino susurrando, antes de cerrar los ojos,
que los sueños, sueños son.
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