De una dulce sustancia salada
se va tiñendo tu rostro de repente
al tiempo que tus ojos se enrojecen,
se entornan sin querer
empañados como están por tu agua clara
que nace de lo más profundo de tu ser
sin afluente.
Y quisieras que no estuviese allí para ver
cómo las lágrimas que brotan desembocan
crujiendo con ese sonido silencioso que tiene la tristeza
de poco en poco en mi hombro.
Se va empapando con tu alma mi jersey marrón y rosa:
nuestra vida también es a rayas,
como columnas de humo que se disipan
al compás de un viento impredecible
y se van alternando con gotas de lluvia
que sobrevuelan a las nubes.
Si pudiese parar ese llover interno de ti
dejaría sin agua el pantano
pero entonces no tendrías por qué vivir
por eso solo me inclino a tus ojos cerrados
y descuelgo de mis labios un beso mojado.
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