En la locura gruesa de las lluvias rozando
van cayendo gotas al invierno mojado.
La soledad de la ausente, de nuevo,
en la casa del lenguaje ajada para siempre.
Ahora el tejado se desvanece
y el agua pura inunda esta cabeza
un río a la derecha, una montaña al fondo
los edificios con espejos hablan de mi vida.
Temer caerse un día por la barandilla
resbaladizo el suelo tras el temporal
no apagar esta luz que todavía titila
ante las muecas exacerbadas del amor.
¡Ah! Cantando, los poemas van
anunciando la llegada de mi vida.
¡Tres días,
tres
interminables días!
Sin tu rostro bañado de pecas
y de la luz de la
luna.
Sin tu voz clara y dulce que me sube
por las piernas como la espuma.
Sin tus ojos, sin tus ojos
sin su halo verde estrellado
ni su candor de tierra firme
ni su pupila negra, ni su perfume blanco.
Sin tu olor, sin tu pelo
sin la esponja de tu cuerpo
sin la almohada de tu pecho.
Es insoportable este dulce dolor de la añoranza.
Con extrañeza me miro al reflejo
no me reconozco
de amar a una sombra como he hecho
ahora amo lo más verdadero.
He cometido muchos errores:
adorar engaños destructores,
alabar sonrisas inventadas,
lanzar mentiras al aire.
Pero ya nada de esto importa
si tú vienes,
si tú vuelves,
si me amas.
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