El contacto caliente de tus ojos en mi espalda,
y el murmullo de tu aliento dormido en madrugada
no quiero que te vayas más lejos
de como estás ahora, soñando
rozando con tu alma el poder de mis manos.
La rabia anclada en este cuerpo gastado
se va mudando de color hasta la espina del tallo
ya no queda nada enfermo, no queda nada malo.
Pisando la almohada con tu pelo no veo
el momento de cerrar mis ojos huecos:
contemplarte en la noche brillante
silenciosa en haz de luces que se abren
y dormir en la mañana muda
cuando el tiempo te arranque de mi piel desnuda.
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