He ido masticando las palabras como si fuesen mi alimento.
Borrar todas las penas en el agua salada. No podría seguir ni avanzar por más
tiempo de no ser por este león que me muerde las entrañas. Pero lo hace, cada
vez con más fuerza. Me retuerce el corazón en una danza agradable, como si
exprimiese todo el amor que guardase dentro. Y es todo para sí, se lo lleva
consigo. Ahora mi león sola en una habitación, y yo en otra habitación
acompañada pero sola. Sola sin ella. Escribiendo a su mirada por acortar la
distancia, por restar la ausencia, por alargar el sonido de sus carcajadas
estallando anoche, como claras bocanadas, al son de mis palabras, de mis
gestos, de mis muecas, de mis tonterías de niña caótica. Acercar su voz a esta
noche silenciosa. Morir de amor entre sus ojos. Sentir brillar los míos, sentir
brillándome, a mí, entera, construida, consolidada, conformada, con forma, con
tacto, con luz, con melodía. A mí, la ausente. A mí, la soledad pesada. Nunca
más. Ahora solo navegar por sus aguas.
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Leerte es traerte aquí, pequeña. Me gustaría estar los próximos seis días leyéndote sin parar.
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